Pues sí. Parece que no terminamos de aprender la lección...
Unos porque seguimos creyendo en las decisiones justas y otros porque se obcecan en imponer unos criterios objetivos (muy subjetivos) que rompen con el status quo de remunerar la calidad con un precio justo.
Pero no. No aprendemos.
Y una vez más (y van unas cuantas) descubrimos que los concursos públicos siguen adoleciendo de un criterio de justicia que prime a los mejores, por encima de los más baratos.
Una vez más, de nada sirve haber conseguido la máxima calificación técnica, estratégica y creativa -avalada por un intenso año de trabajo precedente, en el que se revolucionó todo el modelo publicitario de la institución, obteniendo excelentes resultados y conversiones-, frente a la estulticia de aquellos que prefieren pagar menos a sabiendas de que 'compran' algo de calidad inferior.
Es triste comprobar cómo un organismo público, que se encarga de formar a futuros empresarios y profesionales, y que presume de ser una referencia para el sector, aplica un criterio ruin y mezquino a la hora de valorar la excelencia de sus proveedores. Mal ejemplo para empezar a formar a nadie.
Resulta difícil creer que aquellos que gestionan los fondos públicos (o sea, nuestros dineros), aprieten las tuercas de las empresas proveedoras, primando el ajuste de márgenes próximos a la temeridad, para luego despilfarrar esos fondos en campañas con muy poco o ningún sentido.
En fin. Ya se que la vida sigue y que ya habrá otras ocasiones. Pero me resisto a aceptar que a quienes dirigen las instituciones públicas en nuestro país se les llene la boca con fastuosas palabras y promesas de futuro, mientras siguen alimentando políticas de gestión que priman la mediocridad y castigan a quienes aspiran a proyectar el talento y el buen hacer como seña de identidad de nuestro país.
Me resisto y me resistiré a creer que, para poder triunfar en nuestro país, no es necesario ser bueno, que solo hace falta ser barato.// Las Blog En Punto
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