Por qué certificar la sostenibilidad (las razones del arquitecto)

Como arquitectos especializados en el mundo de la sostenibilidad, habitualmente asesoramos a distintos perfiles de promotores a la hora de valorar la oportunidad y viabilidad de implementar un certificado que ponga de relevancia el carácter más o menos sostenible de sus promociones.

En este contexto, acostumbro a poner sobre la mesa las razones más oportunas según el caso por las que los tres principales actores en la puesta en marcha y comercialización de un edificio pueden verse beneficiados por una garantía fiable que certifique este aspecto de la arquitectura de forma objetiva (como puede ser un sello de sostenibilidad como Breeam, Leed, Well o Verde). Y evidentemente ninguno de estos tres protagonistas de la escena inmobiliaria es el arquitecto proyectista o el director de la obra, sino que son las figuras del Promotor, el Propietario y el Inquilino.

Sin embargo, al mismo tiempo vengo observando lo que en principio puede resultar paradójico. Y es que, al desgranar la historia que hay detrás de algunos de los edificios que hoy en día gozan del prestigio de colgarse una de estas preciadas medallas,  con cierta frecuencia descubro que ha sido precisamente el equipo de arquitectura el que en origen promovió la implementación de una certificación.Arquitectura en la UPEA

¿Por qué? Me pregunto. Y esto haciendo un sano ejercicio de autocrítica, ya que como podréis sospechar se trata de una práctica habitual en mi propio estudio de arquitectura. ¿Por qué defendemos en algunos casos la certificación sostenible de nuestros proyectos de arquitectura? ¿Es por el prurito de ofrecer un servicio más completo? ¿Es por defender los intereses de nuestros clientes? ¿Es por favorecer la viabilidad de la promoción en un mercado cada vez más competitivo?

Porque efectivamente, todas estas razones son muy loables, pero no siempre está claro que en última instancia sean positivas para los arquitectos autores del proyecto, hablando de un beneficio evaluable o una ventaja competitiva clara, ya que conlleva  toda una serie de pros y contras, y no siempre la balanza juega a favor de certificar.

Entre los pros, más allá del más obvio, que es la alineación con la construcción sostenible, para nosotros es la metodología. El análisis que conlleva la producción y justificación de los distintos elementos de sostenibilidad del conjunto de la intervención en sus categorías.

Para nosotros, que ya partíamos de una base de conocimientos en diseño bioclimático y pasivo y construcción ecológica, aplicar los procesos de certificación nos ha ayudado a desarrollar una visión más holística. También como pro, destacaría que el conocimiento de las certificaciones como una vía más de diferenciación en el mercado en la era de la hiperespecialización. Esto nos permite la versatilidad de integrarnos en equipos de trabajo complejos y a otra escala, adoptando roles distintos a los habitualesen la dirección de proyectos de arquitectura dentro de nuestro propio estudio profesional.

Entre los contras, el evidente esfuerzo añadido. Esfuerzo para la inversión en asesores externos, a no ser que tu empresa pueda permitirse mantener a los diferentes especialistas necesarios en nómina. Por otro lado, aunque el rol del equipo técnico y de diseño está diferenciado del asesor que gestiona la certificación, difícilmente es posible concebir una intervención que aspire a ser certificada si no te has preocupado antes de comprender y conocer qué aspectos van a ser valorados, con sus por qués y sus cómos. Por tanto, algo de inversión en formación, aunque sólo sea en horas de tu tiempo, es inevitable. Y el mayor contra de todos, que viene a ser el elefante rosa de toda esta disquisición: la realidad es que este esfuerzo añadido no hace que tu trabajo sea mejor valorado por el mercado.

Tener conocimientos y experiencia para desarrollar proyectos y obras que aspiran a obtener una certificación forma parte de tu valor añadido como empresa de arquitectura, es un elemento más que te ayuda a posicionarte y diferenciarte. Nada más, y nada menos.

Como veis, desde el punto de vista del equipo técnico, añadir la capa de complejidad de un proceso de certificación no es un camino de rosas. Es por tanto una opción a valorar despacio teniendo en cuenta pros y contras para cada caso, y sobretodo procurando externalizar todo lo posible todos los tramos del proceso de trabajo más específicos, colaborando de cerca con asesores y especialistas con la experiencia adecuada.// Arquia Blog

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