El presidente de la Fundación Hyatt ha anunciado la concesión del Premio Pritzker 2019 a Arata Isozaki. Nacido en Oita en 1931, Isozaki es uno de los artífices más relevantes de la arquitectura japonesa, puente entre la modernidad importada de Europa y la modernidad ecléctica que representó como pocos internacionalmente.
Estudió en la Universidad de Tokio, donde conoció a Kenzo Tange —la primera gran figura del Movimiento Moderno en Japón—, que fue determinante en su formación sentimental como arquitecto y en cuyo estudio trabajó hasta 1963, momento en que montó su propio despacho. Planteadas al calor del intento de Tange de fusionar el lenguaje occidental —en particular, el brutalismo de Le Corbusier— con la tradición japonesa, las primeras obras de Isozaki estuvieron definidas por el sincretismo. Sin embargo, llegados los convulsos años 1970, la inspiración en la tradición japonesa dejó pasó a un modo de proyectar en el que se conjugaban, en lo técnico, la pericia estructural, y en lo formal, un internacionalismo muy abierto a las diferentes tendencias de la época, que hicieron que pronto Isozaki fuera tenido tanto por un cosmopolita como por un ecléctico. Así, si el Museo de Bellas Artes de Takasaki (1974) evoca los triedros minimalistas explorados por entonces por Sol Lewitt, la Casa Yano (1975), con su crucero de bóvedas de cañón y su tipo centralizado, supone un refinado ejercicio de posmodernidad que anticipa otros ejercicios pseudoclasicistas menos convincentes, como el Centro Cívico de Tsukuba (1983), un collage de citas de obras de Louis Kahn, James Stirling e incluso Philip Johnson.
Los años posmodernos fueron también los de la transformación del estudio de Isozaki en la potente oficina internacional que construiría más de cien edificios en distintos lenguajes a lo largo de los siguientes treinta años en las principales ciudades del mundo, desde Los Ángeles —donde Isozaki erigió su primera obra fuera de Japón, el Museo de Arte Contemporáneo— hasta Turín, pasando por Nueva York, Sttutgart, Orlando y, por supuesto, Barcelona, donde levantó el edificio que le hizo famoso, el Palau de Sant Jordi para los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, una pieza extraordinaria por su concepción espacial, su rigor estructural y su singular ejecución. Muchos arquitectos aún guardan en la retina la imagen de las grandes celosías articuladas del Pabellón levantadas poco a poco mediante gatos hidráulicos. El éxito del Palau propició su relación con España, y dio pie a una serie de encargos entre los cuales debe destacarse el Museo del Hombre en La Coruña, un inmenso muro revestido de pizarra local que Isozaki construyó junto a César Portela.
Isozaki, que ha sido también profesor en Harvard, Yale y Columbia, es el octavo japonés en recibir el Premio Pritzker, tras su maestro Kenzo Tange, coetáneos como Fumihiko Maki, y artífices más jóvenes como Tadao Ando, Toyo Ito, Kazuyo Sejima / Ryue Nishizawa y Shigeru Ban. La ceremonia de entrega del galardón se celebrará el próximo mes de mayo en París.// Arquitectura Viva
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