¿Qué es eso de la nueva pedagogía?

Existe una corriente de pensamiento y discurso que habla de la “nueva pedagogía”. Es bastante identificable pues se sostiene en algunas ideas que si se asumen sin contraste alguno, a fuerza de repetirse se convierten en un mantra que se asume fácilmente, pues encontrar culpables siempre tranquiliza, sin embargo, este discurso contra la “nueva pedagogía” apenas tiene sustento alguno.

En primer lugar, los críticos de la “nueva pedagogía” atribuyen la autoría de esta a unos pedagogos teóricos que nunca han dado clases y que se permiten el lujo de explicar cómo se imparte docencia a quienes sí lo hacen, lo que es percibido como una intromisión carente de fundamento y razón, lógico. Pero existe una gran contradicción, pues estas personas críticas con la “nueva pedagogía” nunca son pedagogos, así que hablan de pedagogía como los usuarios de la medicina hablamos de la misma. Dicho de otro modo, no conocen la pedagogía, ni la nueva ni la antigua. Suelen ser docentes sin formación teórica en esta materia y que consideran que para enseñar basta con “explicar” el contenido hasta que el estudiante lo comprenda.

En segundo lugar, contra la “nueva pedagogía” argumentan que esta se basa en buenismos por los que el alumnado puede aprender mientras disfruta, y se divierte, de modo que se consiguen aprendizajes significativos sin esfuerzo, es decir, se asocia la “nueva pedagogía” a mundos bucólicos de amor y bondad, de maestras sentadas en la alfombra con niños sonrientes y felices aprendiendo. Esta imagen contrasta con la de grupos de adolescentes en el instituto con pocas ganas de atender y de aprender, solo pendientes del “me gusta” de Instagram. Los detractores de la “nueva pedagogía” suelen impartir docencia en Secundaria y consideran que es necesario que exista un esfuerzo, incluso un sacrificio para que se produzca el aprendizaje, pero tampoco pueden citar autores de pedagogía que refrenden esta estoica posición.Ciencias de la educación en la UPEA

En tercer lugar y continuando con el argumentario de los detractores de la “nueva pedagogía”, estos consideran que no es necesario recurrir a las Ciencias de la Educación para que se produzca el aprendizaje. Entienden que son ciencias “blandas”, algo entre el tarot y la ñoñería, sin fundamento y que lo que en realidad importa es el esfuerzo. Consideran que la Educación debe venir aprendida de casa, pues la Educación es responsabilidad de la familia y en el centro educativo solo hay que aprenden contenidos, como si la Educación pudiera compartimentarse. Creen que la psicología de la Educación y la didáctica son disciplinas accesorias y prescindibles, que el aprendizaje se basa en muchas horas de codos frente a los libros, te guste o no te guste el contenido que tienes delante. Sin embargo, las Ciencias de la Educación demuestran que para que se produzca el aprendizaje es necesario conocer todas las variables que influyen en las personas, desde los contextos sociales y familiares de partida, hasta los procesos cognitivos y emocionales por los que el aprendizaje se produce y mantiene.

Dicho de otro modo, el trabajo de “ser docente” no consiste en “enseñar”, sino en conseguir que el estudiante “aprenda”, en palabras del profesor Miguel Ángel Santos Guerra: “La letra con sangre entra, pero con la sangre del profesor”. Es decir, desde la perspectiva de la investigación en la acción, el docente ha de buscar en cada momento cómo hacer para que cada estudiante progrese, desde su nivel de partida hacia el máximo de su potencial y esto no es ciencia-ficción, sino justamente pedagogía, ni antigua ni nueva, sino la pedagogía que se basa en la investigación práctica y en la fundamentación teórica de las Ciencias de la Educación.

Como último argumento, es de destacar que cuando se habla de la “nueva pedagogía” nadie cita ningún autor, pues no hay ningún profesional de la pedagogía que haya dicho o escrito que no sea necesario el esfuerzo para aprender, aunque todos sabemos como humanos que somos, que aprender es un placer cuando la motivación por el contenido es intrínseca, que nos divertimos mientras aprendemos y que además es muy gratificante.

Como vemos, este discurso contra la “nueva pedagogía” se está afianzando sobre unas bases inexistentes, que canalizan el “cabreo” del profesorado de Secundaria hastiado de no saber cómo afrontar la falta de motivación de parte del alumnado adolescente ante el currículo. Y se comprende, se comprende muy bien porque el sistema educativo deja muy desprotegido al profesorado.

En mi humilde opinión como orientadora de un centro de Secundaria en un barrio de compensación educativa, creo que es cierto, que el problema de la falta de motivación del alumnado existe, es una evidencia. Sin embargo, no debemos quedarnos en el discurso facilón y recurrente de culpar de todos los males del sistema educativo a la “nueva pedagogía”, el problema es mucho más hondo, mucho más.

Nuestro actual sistema educativo está muy desfasado en relación a la sociedad de la que forma parte y de este modo es muy difícil formar a las generaciones venideras, el problema no radica en la “nueva pedagogía”. La explicación de lo que ocurre es compleja y multifactorial.

La inversión por estudiante en España está muy por debajo de la que necesitamos, basta consultar cualquier fuente que nos compare con la Europa a la que queremos parecernos.
La formación del profesorado es muy deficitaria, es frecuente escuchar a docentes que manifiestan que la forma en que se enfrentaron a su primera clase fue reproduciendo la metodología que vieron poner en marcha al que consideraron el mejor de sus profesores siendo estudiantes…, es muy triste oír esto.

¡Y qué decir de la selección del profesorado! ¡A ninguna empresa se le ocurriría contratar de por vida a alguien que no sabe cómo va a responder a un empleo…! Exponer un tema en un concurso oposición y hacerlo muy bien no guarda relación alguna con que esa persona más adelante en la práctica sepa cómo conseguir que el alumnado aprenda. Insisto, no se trata de impartir clases o de intentar enseñar, se trata de lograr que el estudiante aprenda y es más, de despertar el deseo de que quiera seguir aprendiendo.

No existe esa “nueva pedagogía” con la que se quiere valorar la metodología basada en el esfuerzo y estoicismo estudiantil. Ni una cosa ni la otra funcionan, solo son discursos que amenizan los cafés y nos enfrentan aún más dentro del sistema educativo, dentro de la común idea de que esto “no funciona” y que hay que hacer “algo”. En esto sí estamos de acuerdo.

El sistema educativo español necesita más inversión y sobre todo de gestores que sepan optimizar los recursos, cosa que nunca se plantea en ningún discurso: la formación de quienes administran el sistema educativo, técnicos, políticos y técnico-políticos. Políticos que deberían dejarse asesorar de los que saben pedagogía, sin calificativos de nueva o vieja, de los profesionales de la pedagogía y de la psicopedagogía y del profesorado con experiencia y excelencia que está a pie de aula cada día. Es imprescindible que las decisiones sobre Educación se basen en los resultados que la investigación educativa ofrece, datos empíricos sobre qué y cómo funciona en Educación ¿acaso no resulta alarmante que en este país se haga una reforma tras otra y que ninguna se base nunca en la investigación?

Es necesaria más humildad de los políticos y que debatan entre ellos por un pacto o muchos pactos para solucionar poco a poco todos los asuntos pendientes y que nos den sosiego, tranquilidad y estabilidad normativa. Escuchar y dialogar además también con las familias y con los propios estudiantes que tienen mucho que decir en eso de cómo se aprende y cómo se enseña. Más pedagogía en las reformas educativas, más visión a largo plazo, más escucha de quienes saben y menos afán electoralista, ¿saben ustedes que es eso, señoras y señores políticos?// Magisterio

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