Qué es la lingüística forense

¿En qué consiste la lingüística forense? En la prensa se presenta rodeada de crímenes y asesinos. Pero debe haber un día a día más prosaico…

Sí, lo que más se conoce es la presentación de pruebas en juicios. Pero también asesoramos y damos formación a los cuerpos policiales, sobre todo, acerca de las tecnologías digitales. Ellos tienen que analizar Twitter para tratar asuntos como la libertad de expresión, la extorsión, la difamación… Nosotros les ofrecemos pistas para sus investigaciones y muchas veces les sirven para reconducir un caso en el que están perdidos.

Por ejemplo: a veces tienen dudas de quién lleva una cuenta de Twitter. ¿Es una o varias personas? La lingüística forense lleva muchos años investigando esto. Antes lo hacía con los comunicados de ETA: investigaban el perfil o perfiles de los que escribían y hasta qué comando específico era dentro de la banda.

También ayudamos a detectar de qué lugar es la persona que escribe un texto. Imaginemos que quieren saber quién hay detrás de Anonymus. ¿Un español, un inglés…? O en un vídeo terrorista: ¿quién es la persona que habla? ¿qué nacionalidad podría tener?Lingüística en la UPEA

Entonces la lingüística forense puede ayudar a prevenir atentados.

Sí. Asesoramos sobre cómo deben ser los softwares destinados a detectar amenazas y atentados. Aconsejamos sobre las palabras que pueden afinar la búsqueda.

Aunque escapa un poco de la lingüística forense, también recomendamos qué lenguaje debe utilizar una máquina para que resulte más humano, más natural. Orientamos sobre qué preguntas y qué respuestas debe hacer en función del público al que se dirija: más jóvenes, más mayores, con mayor nivel cultural…

También en los interrogatorios policiales: ¿Cómo se interroga a un menor? ¿Del mismo modo que a un adulto? Por supuesto que no. Porque en las preguntas le podemos estar dando información que pueden incorporar a su lenguaje. Esto lo empezamos a hacer porque algunos abogados de niños nos pedían informes periciales para evaluar si lo que un informe pericial psicológico indicaba que había dicho un menor era cierto o no. Para eso tenemos que mirar la transcripción de la entrevista.

A veces se confunde la lingüística forense con la grafología. Algunos imaginan que andáis analizando las curvas de las letras, la altura de los palos de las bes… Pero, en realidad, os ocupáis de asuntos muy distintos. ¿Qué miráis vosotros?

Nos fijamos en el vocabulario: ¿es especializado? ¿es común? Analizamos la estructura sintáctica, el dominio de la lengua… Eso nos da pistas de la formación, la profesión, la zona geográfica y la edad que tiene la persona que lo ha escrito.

También analizamos la pragmática: cómo enfatizamos. Por ejemplo, si quiero decir algo malo, no digo: «Estoy muy cabreado contigo». ¿Cómo lo hago? ¿Pongo mayúsculas? ¿Utilizo signos de puntuación? ¿Cuántos? Antes, en papel, se solía subrayar. Ahora, ¿cómo se muestra el enfado en un wasap?

En Twitter es muy importante observar el comportamiento que tiene el usuario. No solo en el aspecto lingüístico; también en el contenido que maneja. ¿Qué hace cuando está enfadado: retuitea, publica un link de una noticia y empieza una cadena…? Esas conductas dan pistas para atribuir una autoría o para establecer un perfil.

PROCESO DE TRABAJO EN LA LINGÜÍSTICA FORENSE

¿Cómo os documentáis para poder conocer las marcas lingüísticas que definen a una persona: su área geográfica, su edad, su grupo social…?

En los corpus. Usamos manuales de dialectología, libros divulgativos sobre el lenguaje y muchos programas informáticos que van apareciendo. Nosotros testamos todos estos softwares en el laboratorio para saber los que nos sirven en lingüística forense. Algunos indican en qué época se usaba mucho una palabra, otros ofrecen datos sobre la localización del que escribe…

Cuando hacemos un informe pericial, justificamos cada dato que damos. Todo tiene que ser lo más objetivo posible; no vale la subjetividad. Decimos qué softwareshemos usado, damos referencias bibliográficas… En una investigación policial o una investigación privada, es distinto. Ahí asesoramos y quizá no es necesario dar referencias exactas. Lo que hacemos es reconducir una investigación.

Imagino que tendréis que ir ampliando siempre vuestros conocimientos de localismos, de las nuevas expresiones típicas de un lugar…

Sí. Aunque cada vez es más difícil atribuir una palabra a un lugar porque la gente está más en contacto. Antes un individuo de Madrid vivía toda su vida en Madrid. Ahora viajamos más, salimos a estudiar fuera… Nos vamos contagiando de otros vocabularios.

Y con internet… Muchos niños españoles han incorporado palabras como güey, pendejo, che, por los tutoriales de YouTube y porque juegan online con latinoamericanos.

¡Claro! Todo esto dificulta la tarea (aunque, a la vez, es muy divertido). Hace más difícil la perfilación pero facilita la atribución. Un español no suele utilizar güeycomo lo usa un mexicano porque él lo ha incorporado a su vocabulario. Los lingüistas forenses nos fijamos en todos los detalles: ¿Ha incorporado solo el léxico o toda la estructura sintáctica? Eso es un rasgo idiosincrático que identificará al hablante.

¿Cómo es el proceso desde que os llega una petición al Laboratorio SQ hasta que entregáis el informe de lingüística forense?

Lo habitual es que nos contacten por correo electrónico o por teléfono. Nos explican el caso y casi siempre empiezan por el final. A menudo se guardan detalles y hemos de decirles: «Confiésate». Soy como un cura: tengo el secreto profesional. Muchas veces las personas se dejan detalles que son muy importantes para nosotros.

Primero pedimos el material (los textos, los mensajes electrónicos, los audios…) y analizamos si se puede investigar el caso. No podemos hacerlo si la muestra de texto es muy corta o si es una grabación sin marcas idiosincráticas para lo que quieren averiguar.

Si hay caso, hacemos un presupuesto. Y si lo aceptan, establecemos la fecha de entrega del informe. A partir de ahí empezamos a analizar el material y dos peritos se responsabilizan del caso. Trabajamos por separado y luego ponemos las conclusiones en común. Volvemos a revisar juntos el informe para que sea lo más objetivo posible.

Además de crímenes y contratos, dices a menudo que os piden descubrir amantes.

Sí. Es lo que más nos piden: investigaciones para descubrir si alguien tiene un amante. Es el crimen privado; la peccata minuta.

En estos casos, ¿qué material os entregan?

Mails, mensajes de chats, wasaps, audios… Ahora lo que más nos llega es texto. Pero hace 10 años no era así: eran audios. Era muy distinto a Estados Unidos. En ese país, lo más común cuando se cometen actos criminales siempre ha sido dejar pistas de texto. Esto nos sorprendía y lo hablábamos con Jim [James Fitzgerald, el investigador que descubrió a un asesino que envió paquetes bombas durante 17 años y que inspiró la serie Unabomber].

Quizá en España dejaran más pistas de voz porque en las cabinas telefónicas de la calle se sentían más anónimos y más protegidos. Pero desde que aparecieron los medios digitales, lo que más nos llegan son textos de las redes sociales, de mensajería instantánea…

¿En qué formatos os llegaba el audio?

Eran conversaciones telefónicas interceptadas por la policía, audios que grababa una persona con una grabadora, mensajes de contestador…

¿Analizáis el uso de los emojis?

Por supuesto. Sí, sí… ¡Nos encantan! Incluso marcas de feminismo. Eso es algo nuevo. Te da muchas pistas de la ideología y también de la generación a la que pertenece el autor de un texto. Hay marcas que solo utilizan las feministas más jóvenes.

Hay un gran enigma en el uso de los emojis. ¿Habéis averiguado por qué las mujeres mayores, las que tienen más de 60 y 70 años, escriben una hilera de flores, animales, tréboles, gorros de fiesta…?

¡Muchísimos! Si utilizan demasiados, es marca viejuna. Es un uso exagerado. Esto pasa con los imitadores. El lenguaje solo se puede imitar en el arte, en la parodia… Si un especialista va al detalle, siempre puede descubrir un lenguaje que no es real. Muchas veces esto se ve porque el autor cae en el sobreuso. Eso es lo que hacen las mujeres mayores: «Quiero parecer trendy y… ¿qué hago? ¡Paaam!». Hacemos un sobreuso o un uso demasiado escaso. Esto ocurre cuando imitamos: no solemos usar la misma frecuencia que haría la otra persona.

Los lingüistas forenses no solo describimos. Hacemos análisis cuantitativos para medir el uso. Por ejemplo, yo hablo muy rápido. ¿Cuántas palabras por minuto digo? ¿Eso se puede imitar? ¿El imitador va a ser capaz de imitarme bien? ¿Va a poder imitarme en la misma frecuencia? ¡Que se prepare! ¡Que beba agua!

¿Analizáis el empleo de memes?

No he tenido ningún caso, pero ¡claro!, se pueden incluir. Por ejemplo, puede haber una persona que tenga tendencia a retuitear memes de animalillos o… presentadores norteamericanos de televisión. Haríamos un análisis al detalle: cuáles utiliza con más frecuencia, cuándo los publica, por qué lo hace, ¿los utiliza con ironía?

El otro día vi un tuit de la editora de Larousse Sofía Acebo en el que preguntaba qué significado damos al emoji de las manos juntas, como de rezo. Ella decía que lo utilizaba como «concentración». Yo, por ejemplo, lo uso para decir: «Por favoor, por favoor…». Otros para decir: «Lo siento»; otros, como el «Namasté» de yoga. Nosotros analizamos qué uso le da cada persona a un emoji y eso no te lo ofrece ningún programa informático.

¿Analizáis imágenes de Instagram?

No analizamos las imágenes pero sí el uso que se hace de ellas: cómo se incorporan, cuándo, por qué, qué transmiten, cuál es el objetivo… Hacemos preguntas pragmáticas desde el punto de vista lingüístico y del contenido. No nos metemos en el análisis psicológico. Por ejemplo, mmm…, «es muy egocéntrico» o conclusiones de ese tipo.

IMITADORES, USURPADORES Y CAMUFLADOS

¿Qué suelen hacer las personas que quieren suplantar a otras o que quieren esconder su identidad?

Exageran. Cuando quieren esconder el género, caen en los tópicos. Eso es lo más típico. Si quieren parecer más viejos, lo habitual es introducir palabras muy carcas. Pero a lo mejor las estructuras sintácticas que utilizan no están acordes con ese vocabulario… o el contenido del escrito no concuerda con esas palabras. Va a haber algo que rechine. A veces, los lingüistas forenses no sabemos qué es exactamente, pero sabemos que algo no encaja.

¿Se puede tener una idea de la personalidad de alguien mediante la lingüística forense? ¿Puede descubrirse, por ejemplo, si Leonardo Da Vinci tenía sentido del humor por los textos que dejó escritos?

No. Nosotros no hacemos análisis psicológico. Un perito que domine la lengua de esa época sí podría hacer un dictamen pericial de atribución de autoría. Podría determinar si un texto inédito que acaba de aparecer pertenece a ese autor. O también podrían trabajar juntos. El lingüista forense daría pistas al especialista en el lenguaje de esa época: «Mira por aquí», «ten en cuenta estos detalles»… A veces nos piden ayuda para investigaciones en otras lenguas y lo que hacemos es decirles en qué se deben fijar y cómo trabajar.

Es importante conocer dónde están tus límites. Tienes que saber en qué eres experto y en qué no. Porque es una profesión que tiene consecuencias. Has de estar muy seguro de lo que estás diciendo porque alguien está pagando mucho dinero o, en el peor de los casos, alguien va a entrar en prisión o va a quedar libre. Es imprescindible tener una ética profesional y decir: «No puedo realizar la pericial porque mi conocimiento no vale para tu objetivo».

¿Hay algo que te llame la atención del uso actual del lenguaje?

Cuando queremos hacernos pasar por un delincuente, utilizamos el habla de las capas sociales más bajas. ¿Por qué lo hacemos: porque no conocemos cómo se habla en las capas más altas o porque no queremos? Hay que preguntarse esto. Será que no tenemos ejemplos de personas de clase alta que cometen delitos… ¿Por qué tendemos al habla de un extranjero?

En los 10 años que llevo trabajando en lingüística forense, nunca me he encontrado un caso en el que una persona haya subido el registro de su lenguaje cuando quería decir algo malo.

En cambio, cuando queremos enviar un mensaje a un grupo amplio, sí subimos el registro. Utilizamos palabras mucho más finas. Usamos fórmulas que emplean los políticos. A lo mejor citamos obras que ni hemos leído. Eso también lo hacen los embaucadores en la red: personas que se hacen pasar por otras para estafar, sobre todo a las mujeres. En todos los casos que hemos tenido era un hombre que pretendía engatusar a una chica para sacarle dinero. En este caso subimos el registro.

Hay una doble moralidad: para el crimen más burdo, bajamos el registro. Para embaucar, subimos el registro.

Es decir, que somos unos clasistas.

Sí, es así.

Con la lingüística forense se acaba aprendiendo mucho de sociología…

Sí. El embaucador suele decir que escucha música clásica. Esto nos da pistas. Nosotros miramos si ese es su perfil real. ¿Cómo lo descubrimos? Porque no son coherentes. A lo mejor dicen que escuchan a un autor y después dicen que escuchan a otro. A veces hablan de músicos que son polos opuestos. Es muy raro que le guste uno si le gusta el otro. Esto nos da muchas pistas para saber si es una estrategia o es algo que está diciendo con sinceridad.

Y de actualidad, de tecnología, de cultura popular…

Es una actualización constante. Tanto de lo que nos envuelve como de la disciplina en sí. Es relativamente joven y vamos mejorando las técnicas… sobre todo, por la evolución de internet. Tenemos que ir añadiendo las tecnologías digitales que van apareciendo. Los primeros mensajes de WhatsApp que se analizaron fue en el Reino Unido para investigar dos asesinatos. Tenemos que adaptar nuestros conocimientos de estructuras sintácticas, léxico… a los nuevos formatos: tuits, wasap…

La comunidad de lingüistas forenses es aún muy pequeña en el mundo. Tengo el placer de conocer a los mejores e incluso de ser amigos. Comentamos los casos entre nosotros. Tenemos muy buen rollo.

En los años 60 se consolidó la disciplina en Estados Unidos. En España llegó a finales de los 80, cuando la Policía Nacional abrió el Laboratorio de Acústica Forense, bajo la dirección de Carlos Delgado. Y en el año 2000, María Teresa Turell comenzó con el texto: hizo análisis de discurso y análisis de interpretaciones desde ForensicLab (el laboratorio de Lingüística forense de la Universidad Pompeu Fabra). En los últimos cinco años se han multiplicado en un 300% la cantidad de informes que hemos emitido desde el Forensiclab y el Laboratorio SQ.// Yorokobu

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