Las tecnologías de la información y la comunicación han modificado la vida social de todos, pero muy especialmente de los menores. Incorporamos a nuestras vidas los dispositivos digitales a edades cada vez más tempranas. No es extraño pasear por la calle y ver a bebés en sus carritos visionando un vídeo de YouTube Kids donde aparece un adulto desconocido jugando con sus muñecos favoritos.
Igualmente, sabemos que los adolescentes están mostrando mayor nivel de comunicación y relaciones online que offline, manifestando ciertas dificultades para comunicarse cara a cara con sus iguales de la misma forma que lo hacen usando los dispositivos digitales. Incluso cuando están físicamente en el mismo espacio.
Pero los cambios no están siendo solo para los menores, sino para todos a quienes se nos presupone preparados para educarlos y formarlos. ¿Somos socialmente competentes usando las redes sociales?, ¿somos realmente conscientes de los nuevos retos que esta realidad nos presenta?
Ciberbullying, sexting y necesidad de popularidad
Las redes sociales y las aplicaciones de mensajería instantánea han transformado problemas que ya existían, como el bullying en ciberbullying, permitiendo y normalizando otras prácticas no siempre saludables como el sexting y la constante búsqueda de popularidad.
La mayoría de los expertos asumen que, desde el punto de vista psicológico, el ciberbullying es una forma concreta de bullying, aunque con algunos matices importantes. Por ejemplo, una única imagen en Instagram está accesible para un gran número de personas que pueden acceder a ella siempre y cuando estén conectados.
Incluso si la imagen, vídeo o comentario es eliminado, las capturas de pantalla o almacenamiento anterior a su eliminación pueden dar continuidad a una determinada burla o agresión en medios más públicos o incluso privados. De esta forma, se podría hablar de la viralidad de la agresión, foco del mayor daño que se genera a la víctima, junto a la normalización y falta de empatía que muestran el resto de menores con sus reenvíos y likes.
Objetivo: captar la atención de los seguidores
Los chicos y chicas compiten por obtener un mayor número de seguidores, y cualquier contenido que suben suele tener la intencionalidad de captar atención de sus seguidores y de otros que lo serán potencialmente. Esto hace que se cometan errores, que se malinterpreten algunos de estos contenidos y que se puedan generar conflictos y violencia. La necesidad de popularidad que sienten es una de las razones por las que realizan estas prácticas.
Otra cosa es el más actual y todavía poco conocido sexting , que suele estar en el origen de casos graves de ciberbullying. Es un fenómeno, que muchos adolescentes perciben como práctica normal, que consiste en el envío a sus parejas de imágenes o vídeos erótico-sexuales que ellos mismos se hacen, en principio, como prueba de amor o forma de interacción sexual en la pareja.
Sin embargo, la conducta más extendida de sexting no es el envío, sino el reenvío. Es decir, que quien recibe la imagen o vídeo de alguien compartido en la intimidad lo difunde y hace público, generando graves consecuencias, particularmente a las chicas, por ser una práctica que las descalifica a ellas en mayor medida que a ellos, quienes pueden incluso ganar mayor popularidad entre los iguales.
Esto convierte al sexting en una clara conducta agresiva, ya que la intimidad de la víctima es difundida, causándole un daño moral muy importante.
Qué hacer ante esta nueva realidad
Disponemos de importantes trabajos de revisión sistemática y metaanálisis que nos permiten conocer ciertas evidencias sobre la naturaleza de estos, pero este avance desgraciadamente no ha sido paralelo al deseado progreso en la erradicación del mismo. No podemos afirmar que no se ha producido transferencia de conocimiento de la investigación a la intervención, pero hemos de reconocer que, en términos de mejora real de la vida social de los menores, no se puede cantar victoria en absoluto.
En líneas generales, habría que considerar que la intervención educativa debe activar al menos dos líneas de actuación: la preventiva, mejorando las dinámicas de relaciones sociales, educando en valores éticos, en competencia social y, muy especialmente, dominando las emociones en las relaciones sociales; y la intervención directa, para la erradicación del fenómeno cuando este está ya presente.
Nociones de “ciberconvivencia” para docentes
Por nuestra parte, hemos propuesto el concepto de “ciberconvivencia” para hacer comprender al profesorado, los equipos directivos y, en general, a los agentes educativos que hay que incorporar la vida social digital como un escenario más y bien articulado a la convivencia real, en el cual acontecen las relaciones sociales y los intercambios interpersonales que son relevantes para la vida de los chicos y chicas en la escuela y a través de las redes sociales.
Hemos desarrollado varios programas de intervención en esta línea, ConRed y Asegúrate. Gracias a ellos sabemos qué prácticas son importantes en esta materia:
Usar el sentido común: ha cambiado la forma de comunicación y relación, pero los menores siguen siendo menores. Es importante la educación, la supervisión y el acompañamiento.
Asumir que la vida online y offine están interconectadas, no podemos obviarlo. Por tanto, es necesario enseñar a convivir en este contexto. De gran ayuda pueden ser las netiquetas, normas básicas de comportamiento en las redes sociales.
Fortalecer prácticas saludables debilitadas, principalmente aquellas relacionadas con la competencia social y emocional. Es importante que aprendamos a mirar a las personas a los ojos, a tener una escucha activa, etc.
Tomar conciencia de que hay determinados comportamientos que se realizan en las redes virtuales que, lejos de ser divertidos y entretenidos, son inmorales porque hacen daño a otras personas.
Desnormalizar prácticas poco saludables desarrollando la empatía en contextos virtuales.
Potenciar las habilidades de autorregulación y toma de decisiones responsable en nuestros comportamientos online.
Explicar los riegos asociados a las redes sociales (incluyendo juegos online) con situaciones cotidianas que les permitan percibirlos como posibles.
Recuperar el valor de la privacidad y confidencialidad de la información personal, e incluso de nuestra imagen personal.
Que los escolares visualicen a los docentes como fuente de ayuda. En muchas ocasiones, los problemas se agravan porque temen las represalias de los adultos cercanos, profesorado y, por supuesto, de sus propias familias.
Informar de dónde y a quién acudir ante este tipo de situaciones.// The Conversation
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