El periodista mendigo

Miércoles 9 de marzo de 2016 d.C. Recibo un correo extraño de una funcionaria de contabilidad de un diario al que envié una colaboración hace 66 días. La empresa no me paga pero cada semana la funcionaria y yo intercambiamos cordiales correos sobre el cobro pendiente, en una rutina amical que echaré de menos: que tengo que enviar el contrato -me decía-, que me apersone a firmarlo, que no puedo apersonarme porque vivo a seis mil kilómetros de Lima -le aclaraba yo-, que entonces envíe la firma escaneada y así. El lunes 7 de marzo yo le había escrito
Hola M:
Te pasé mis contratos firmados la semana pasada. ¿Los recibiste?
Por favor, dime cuándo estarían haciendo el depósito y si todo está bien.
No puedo dedicarle más tiempo al cobro de una factura por un monto tan pequeño. Este proceso me está tomando más tiempo que escribir el texto que envié.
Por favor, me cuentas.
Saludos
Ella respondió:
Estimado Marco
Por favor reenvíame tu recibo para hacerle seguimiento de pago y poder confirmarte
Saludos cordiales
Le reenvié el recibo. Me contestó al rato:
Hola Marco qué tal!
Acabo de llamar a Talento, y me indican que como los recibos son autorizados cuando reciben los contratos firmados, tu recibo será autorizado con fecha de marzo, pues tu contrato llegó un sábado 27 de febrero
El pago deberás visualizarlo máximo la quincena de marzo, en tu cuenta de soles
Saludos, M
Comunicación social UPEAHasta ahí todo más o menos bien, de acuerdo al estándar de calidad local. Iba a cobrar 72 días después de haber enviado el artículo. Sin embargo, el mensaje que recibí hoy 9 de marzo, como decimos en peruano, me llegó al pincho. Decía así:
Estimado Marco
Reenvío indicación de talento para que pueda modificarse el recibo que indique febrero
Saludos,
M
¿Indicación de talento? ¿Modificarse el recibo? Resulta irónico que una oficina tan ineficiente se llame “talento”. El típico oxímoron involuntario de la nada talentosa burocracia. Como llamar Contraloría a una oficina que no controla nada o Ministerio de Trabajo a otra que promueve los despidos. Respondí:
Estimada M, adjunto el nuevo recibo.
Me parece muy lamentable que se hayan tomado 40 días para decirme que tengo que emitir otro recibo, y encima sin ninguna disculpa de por medio, como si este tipo de trato a los colaboradores fuera lo más natural. El anterior recibo lo emití el 1 de febrero, en cuanto me lo pidieron.
No suelo regalar mi trabajo y solo por ese motivo persisto en cobrar esta factura. La próxima vez que me pidan una colaboración tomaré en cuenta el proceso laaargo y tedioso para cobrar antes de aceptar. Tenga en cuenta que las tarifas que pagan no son precisamente atractivas.
Espero, por favor, su respuesta con una fecha definitiva de pago.
La respuesta no llegó. Entonces escribí en Facebook:
Cuando quieras colaborar con un diario o revista y no sepas cuánto cobrar, nunca preguntes por la extensión del texto o por la inmersión que requiere la historia (X días de investigación, X cantidad de entrevistas). Pregunta de frente cuántas semanas o meses de gestiones necesitarás para poder cobrar por tu trabajo.
En pocas palabras, dile lo siguiente a tu editor:
-El texto es gratis, chocherita. Te cobro por el tiempo que me toma cobrar la factura.
Y serás más feliz.
Los gurús de las nuevas tecnologías pueden decir lo que quieran sobre cómo el periodismo cada vez es más veloz, y tantas bobadas. Pero deberían darse una vueltita por las áreas de contabilidad de esas empresas para entender que la edad de piedra sigue vigente y es una realidad paralela.
Querido Diario El Comercio (Perú), ¿me pagas?
Jueves 10. Reviso mi correo y no encuentro respuesta de la funcionaria. Sin embargo, me escriben tres editores del diario para expresar su solidaridad y me aseguran que se encargarán personalmente del problema. Horas más tarde, la funcionaria M me escribe:
Estimado Marco,
He conversado con la persona encargada de este proceso y lamentamos los inconvenientes ocasionados,
Apenas se encuentre listo tu pago me comunicaré contigo
Muchas gracias
Saludos, M
Uno de los editores, en paralelo, me asegura que el pago acababa de efectuarse. Reviso mi cuenta bancaria. En efecto, el dinero está allí, por fin, donde debía estar hace por lo menos dos meses. Siento alivio. También mortificación. Así funciona mi país. Si no te quejas, te aplastan. Le conté la historia a mi esposa mientras degustábamos un platillo de arroz frito con tamari y coles de Bruselas y vainitas y una tajada de causa de pescado. El dolor, con comida, es menos doloroso. Ella me dijo que me habían hecho caso porque yo era yo. Pero si yo hubiera sido un joven periodista principiante, me habrían seguido peloteando hasta el 2050. Ella se fue a dormir. Yo me quedé un rato pensando. Escribí  en Facebook:
24 horas después de expresar mi enfado en público, el área contable de Diario El Comercio (Perú) me depositó el pago por un artículo que envié hace dos meses. Vale.
También recibí una especie de disculpa de parte de una funcionaria: “He conversado con la persona encargada de este proceso y lamentamos los inconvenientes ocasionados”. Vale también.
Las redes sociales son muy eficaces para para quejarse, para protestar, para condenar -decía el escritor Juan Villoro-, pero no para perdonar. La gente se encoleriza con facilidad en la red, protesta, se solidariza, lanza tomates; pero no suele tender la mano. Haré el intento. Gracias a todos por acompañar mi pequeña protesta. Y gracias también al diario por la repentina celeridad. Acepto la disculpa aunque no sea tan elocuente.
Sin embargo, este post no se trata solo de eso. Le conté este episodio a mi esposa a la hora de la cena. “Siempre es la misma vaina”, le dije con una sensación de vergüenza. Uno tiene que invertir el tiempo protestando en público para que una empresa que se porta mal contigo por fin te haga caso. O para que alguien que te conoce en esa compañía, y que eventualmente tiene cierta posición, te diga: oh, qué lamentable, no te preocupes, yo me encargo. Entonces, uno ve cómo los engranajes se mueven, y de pronto la empresa abre los ojos, baja la mirada, te contempla, te atiende. Te paga.
Esto tiene un nombre. O quizá dos.
1) Vara. Cuando tienes contactos en la burocracia, y logras que lo que a otros les tomará dos meses de sufrimiento, a ti te tome un día.
2) Cultura cortesana. Cuando, para realizar un trámite, no sigues los procesos normales, sino que te los saltas y apelas a tus contactos. Les hablas al oído. Y tus contactos apelan a sus contactos y les hablan al oído. Esto es lo que solía ocurrir en las cortes medievales. O, para estar más cerca, en el Perú virreinal, donde para conseguir un beneficio, te abrías paso en la corte, con artimañas y embustes y coimas, hasta llegar a los oídos del virrey. El Perú del siglo XXI, a pesar de las luces y los Lamborghinis, es esencialmente un país medieval. Un país cortesano. Si te duermes, te aplastan.
¿Qué ocurre con todas esas personas que no tienen vara o contactos para hacer valer sus derechos o para que sus protestas se resuelvan a las 24 horas?
Todos sabemos la respuesta. Exacto. Se joden.
En cuanto a los periodistas, un día tenemos que hablar de esto y dejarnos de huevadas. Los medios de comunicación nos pagan mal y, al cobrar, nos tratan peor que a perros callejeros.
Un día los editores también tenemos que hablar en público de esto. Mucha revolución tecnológica, y el futuro es la pantalla y tantas naderías. El futuro del periodismo es pagar y tratar bien a los periodistas. Todo lo demás siempre pasará de moda.
Como suele suceder, los comentarios de mis amigos virtuales fueron mucho más allá.
J.C. de la PuenteLo de El Comercio es una vergüenza. Mientras lucraban con la venta de una colección, a mí no me pagaron por los derechos de unas imágenes por muchísimos meses. Miles de excusas estúpidas y nadie da la cara. Habría que recopilar todas estas historias.
Pero no se trata solo de El Comercio. Esto no es nada personal. Al contrario, es una oportunidad de observar cómo los medios se han acostumbrado a tratar a los periodistas.
Carlos Fernández LoayzaMuchísima razón Marco 100% de acuerdo, por eso hace muchísimos años que no publico nada en prensa escrita.
Chrystelle Barbiertambién habría que hablar de las tarifas que hacen cada vez mas imposible realizar verdaderos trabajos periodisticosEmoticón frown aieeeeee querido Marco… larga y tan deprimente conversación la de las condiciones de trabajo de los periodistas en el mundo de manera general.. buuuuu!!!! FUERZA
Nos tratan como a pordioseros.
Karen ZarateSi se unen para hablar de esto me uno, a mí me han pagado recibos de enero del 2015 en diciembre del 2015.
Así en el Perú como en otros países:
Judith TorreaBueno, qué suerte, Marco. A mí ya me cerraron la revista que nunca me pagó mis reportajes de hace más de cinco años, la galardonada revista mexicana Emeequis.. me cansé de ir detrás del director incluso cuando viajaba de Juárez a la Ciudad de México y nunca tenía listo el cheque… pero la lista sigue, incluido CNNMexico.com, la última vez que me llamaron les dije que no escribí nunca más, que nunca me pagaron ni uno de mis artículos, y me contestaron que ya no estaban esas editoras…. que ahora sí iban a pagarme., que escribiera. Al parecer, es algo bastante común. Lo malo es que yo tengo que pagar la renta de mi recámara todos los días, y que como todos los días. Así está el periodismo y la lista sigue…
En las empresas privadas y en las oficinas públicas:
Esther VargasY si haces una chamba para el Estado te pasean, y con suerte te pagan a los tres meses. Dicen que es la burocracia, que es así. Pero en realidad es pura Incompetencia
No pagar y no pagar a tiempo es una actitud violenta. La violencia se propaga.
Jorge Riveros-CayoMe llegan al pincho los contadores y todos aquellos que trabajan en el departamento, sección, área o como quieran llamarlo, donde tenemos que lidiar para que nos paguen, ojalá, a tiempo. Por mí que les de gangrena en el cerebro y se mueran lentamente. Total, a fin de cuentas, me terminarán pagando cuando les salga de los huevos. Hijos de puta. Oooommm.
Viernes 11. No puedo pensar en otra cosa. Soy periodista pero, por fortuna, he aprendido a ganarme la vida de otras maneras. Mientras viví en Lima, edité libros, revistas (y hasta redes sociales) para empresas. En Estados Unidos, trabajé en un restaurante (porque me encanta cocinar) y ahora soy empleado en una ONG que colabora con los agricultores migrantes latinos en Maine, la tierra de Stephen King. El periodismo, cuando lo ejerzo, es un pasatiempo que me da ingresos adicionales, casi siempre simbólicos. Es una especie de hobby para los días de descanso, como jugar billar y ganarse las cervezas apostando. Desde que asumí mi profesión de esta manera, vivo más tranquilo. No reniego.

Cada tanto, sin embargo, cuando me toca cobrar una colaboración, entro en contacto con esa triste realidad del periodismo: el maltrato a los reporteros por parte de las propias empresas que los contratan. Es un relación sado-masoquista. El periodista trabaja sometido a los deadlines de rigor, pero, cuando trata de cobrar, el trámite se parece a mendigar: le tiran las puertas, no le contestan, lo pelotean, lo empapelan durante meses y, en muchos casos, no le pagan.

Da pena. Da rabia. Da risa.

Los periodistas nos pasamos el tiempo hablando de periodismo. Que el periodismo digital, que el periodismo de datos, que el periodismo ciudadano, que el periodismo de investigación, que la crónica, que las nuevas redacciones, que los contenidos multiplaforma, que la carta abierta del director, que el congreso tal sobre nuevas tecnologías, que la ética, que los clics, que si uso grabadora, que si tal otra cosa. Y uno hasta adquiere cierto glamur de gurú cuando los chicos te preguntan y cómo le haces para escribir esa entrada. Y cruzas las piernas, hinchas el pecho, y dices que, bueno, todo comienza con una escena, y mientras lo dices te olvidas de que no tienes cómo pagar el alquiler.

Da risa también porque muchos periodistas no tenemos las pelotas para decir que, la verdad, el periodismo también es una mierda. Es una mierda porque no te da para comer. Porque los sueldos de los empleados son para morirse de hambre. Y las tarifas de los artículos son miserables. Y cuando quieres cobrar los dueños te tratan como a leproso en la época de Cristo, y te niegan la limosna hasta que te hartas y decides no cobrar. Y, en la otra vereda, hay que ver también el entusiasmo de los chicos cuando idean nuevos medios, y dicen que apostarán por el periodismo de largo aliento, y la crónica (oh, género maldito), y cuando les preguntas cuánto les pagarán a sus colaboradores, se quedan calladitos y te dicen que nada porque lo que ellos hacen es heroico y tantas bobadas.

Si no pagas o pagas mal o pagas maltratando a tus periodistas, estás contribuyendo a que este oficio sea más mierda de lo que ya es.


Tenemos que hablar de esto y denunciarlo con el mismo ahínco con el que nos nace del forro denunciar a los políticos corruptos y las grandes injusticias de la vida. Los enemigos, querido colega, también están en casa.// Marco Avilés
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