Lingüística estructural y funcional

Sin lugar a dudas, y a pesar de la preponderancia de ciertas corrientes lingüísticas como las de índole generativista, parece más que conveniente señalar la trascendencia de una interesante perspectiva metodológica e incluso reivindicarla a la hora de acercarnos a los estudios de Lingüística como lo es la estructural-funcionalista por cuanto además dicho paradigma o enfoque supone una sugerente y sugestiva visión, de enorme didactismo, sobre ese maravilloso entramado estructural, sobre ese fascinante puzle jamás creado por la mente humana, derivado de la capacidad o facultad del lenguaje, que es el idioma –nuestro patrimonio común más consistente-, esto es, esos sistemas que constituyen las lenguas y cuyo fin primordial, aunque no el único, es la comunicación.

Para ello, y a modo de pinceladas de obligado trazo grueso, expondré algunas cuestiones que he intentado también reflejar en mi obra La pervivencia del pensamiento alarquiano en la actualidad –siempre acudiendo a los grandes maestros que abrieron camino pues, como decía Eugenio D’Ors, “lo que no es tradición es plagio”- ya que, como muy bien apunta Edita Gutiérrez en el capítulo correspondiente de la Enciclopedia de Lingüística Hispánica de Gutiérrez Rexach, Emilio Alarcos Llorach puede ser considerado el primer lingüista del siglo XX en España, pues introduce y consolida el empleo en la lingüística de un modelo teórico explicativo, frente al modelo preponderante en la primera mitad de este siglo en la Península, fundamentalmente descriptivo y basado en la gramática tradicional; y, además, no cabe duda de que la gramática funcional española tiene en Emilio Alarcos Llorach el autor más influyente. Además, si bien es cierto que Alarcos introdujo la Lingüística moderna en España, en modo alguno renunció a todo cuanto de bueno pudiera rescatarse de nuestra larga tradición gramatical, lógicamente tras el pertinente análisis riguroso en aquellos aspectos que lo necesitaran.

Para ir a las robustas raíces de las que parte nuestro enfoque metodológico –al que un servidor se adscribe orgulloso-, conviene rastrear en los orígenes del estructuralismo lingüístico en los estudios hispánicos. Hay que recordar, pues, que hace ya un siglo, en 1916, Charles Bally y André Sechehaye, dos cercanos discípulos del célebre lingüista ginebrino Ferdinand de Saussure, publicaron el Cours de linguistique générale(Curso de lingüística general), obra trascendental de su maestro que vio la luz de forma póstuma y que constituye el nacimiento de la lingüística modernaademás de marcar el inicio de toda una tradición que luego seguiría desarrollándose fuera de Suiza hasta extenderse más allá de las fronteras del viejo continente. Como apuntaba Amado Alonso, quien elaboró el prólogo de su primera traducción al español, “no hay aspecto de la lingüística, de los estudiados en el Curso, al que Saussure no haya aportado claridad y profundidad de conocimiento, unas veces llegando ya a la interpretación satisfactoria, otras obligando con sus proposiciones a los lingüistas posteriores a superarlo”.Lingüística en la UPEA

Así, el Cours ejerció una influencia muy importante en las diferentes escuelas lingüísticas estructuralistas y funcionalistas del mundo: la francesa (Martinet), la holandesa (Dik), la danesa (Hjelmslev), la estadounidense (Bloomfield); la española (Alarcos) y, por supuesto, la Escuela de Praga (con el ruso Jakobson a la cabeza). Su pedagogía es, a juicio de todos, indudable, y, tal como señala Ricardo Velilla Barquero en su libro Saussure y Chomsky. Introducción a su lingüística[1], su forma de “entender el lenguaje como un objeto doble donde priman toda una serie de oposiciones binarias: lengua/habla, individuo/sociedad, sincronía/diacronía, sintagma/paradigma, significado/significante” es un punto clave dentro del panorama presentado por el lingüista suizo, y dicho binarismo tendría incluso su fructífero recorrido en distintas cuestiones gramaticales.

Las escuelas lingüísticas estructuralistas, que presentan gran diversidad de enfoques, comparten algunas de las ideas centrales del Curso de lingüística general. Entre estas ideas podríamos destacar las siguientes:

  1. Separación del estudio sincrónico del diacrónico.
  2. Diferenciación entre lengua y habla.
  3. Consideración de la lengua como un sistema de relaciones.

Emilio Alarcos, introductor del estructuralismo en España, da a conocer la fonología de la Escuela de Praga con la obra Fonología española[2], de 1950. El análisis de las unidades lingüísticas a base de rasgos distintivos y el modo de trabajar de la fonología se exportó posteriormente al ámbito de la morfología y, finalmente, al de la sintaxis.

Otra corriente estructuralista cuyo origen está en las enseñanzas de Saussure es la glosemática de Hjelmslev, introducida en España también por el maestro Alarcos con su obra Gramática estructural (según la Escuela de Copenhague y con especial atención a la lengua española), publicada en 1951. Las ideas lingüísticas de Hjelmslev han tenido una importancia funda­mental en la configuración del pensamiento de Emilio Alarcos, en particular en su búsqueda del formalismo y en la poca consideración del significado en el análisis gramatical, aunque posteriormente –y esto se torna capital- derivaría hacia un funcionalismo más realista de corte martinetiano, que resultaría fundamental.

Las escuelas de Tesnière y Martinet (cuyo órgano principal de expresión será la revista La Linguistique) están también muy vinculadas con la teoría gramatical de Alarcos. Del primero Alarcos toma, por ejemplo, la noción de transposición (mecanismo esencial en la corriente funcionalista a la que nos adscribimos), central en los estudios de gramática funcional española. Los estudios de la Nueva Escuela de Praga, que se centraron en las fun­ciones informativas, tuvieron una influencia especial en la escuela estructuralista española de Santiago.

Huelga decir que bajo la etiqueta de funcionalismo se esconden diversas teorías y enfo­ques; ya advertía de ello Salvador Gutiérrez Ordóñez en el Congreso de Sevilla del Instituto Cervantes en el año de la Expo, 1992[3], reconociendo al mismo tiempo el liderazgo indiscutible dentro de dicha corriente del que él mismo define como modelo inalcanzable: don Emilio Alarcos Llorach. Aunque sean muchas las escuelas funcionalistas con sus lógicas divergencias, no podemos sino centrarnos en las escuelas funcionalistas de Oviedo y deLeón, o sea, las más claramente alarquianas, y no solo porque quizá sean estas las que hayan tenido más influencia en la lingüística española, sino porque además se corresponden con el paradigma que suscribimos, que seguimos y al que nos adscribimos desde nuestra perspectiva metodológica.

Volviendo a Saussure, hemos de recordar los símiles que hacía el maestro ginebrino respecto de la lengua y el ajedrez[4]. En este sentido, la lengua se asemeja al ajedrez porque para este último es irrelevante si las piezas están hechas de marfil o de madera, la funcionalidad de cada pieza sigue siendo la misma y el juego no cambia. Por tanto, el objetivo prioritario de la Lingüística (que ha de ser empírica y no prescriptiva, explicativa, objetiva y explícita del mismo modo que una gramática ha de ser coherente, exhaustiva ysimple) es describir el sistema de cada lengua; y, al igual que el ajedrez tiene un tablero, unas piezas y unas reglas y con todo ello es posible jugar un número potencialmente infinito de partidas diferentes, otro tanto sucede con la lengua, pero mientras que en el ajedrez conocemos las reglas explícitamente de antemano, en el caso de la lengua solo podemos ver partidas concretas y a partir de los detalles de estas partidas (de los usos de la lengua) podemos descubrir, inferir (método inductivo, a pesar del problema de la inducción de David Hume) cuáles son las reglas del sistema que subyacen, esto es, que las hacen posibles. Conviene recordar también que las propiedades del lenguaje humano que son exclusivas de este, o sea, los rasgos que son exclusivos de las lenguas humanas son la dualidad de estructuración (es decir, la doble articulación del lenguaje), la productividad (el lenguaje humano permite producir e interpretar mensajes que no se han producido o interpretado con anterioridad) que se sustenta en la jerarquía y en la recursividad (no solo en la producción de enunciados oracionales, sino también a la hora de derivar y construir nuevas palabras que pasan a formar parte del caudal léxico de la lengua) y el desplazamiento o libertad situacional que es la capacidad de referirnos a personas y acontecimientos distintos del momentos presente (podemos hablar del pasado y del futuro, e incluso de seres o eventos que no tienen existencia en la realidad, como los unicornios o Darth Vader o Peter Pan).

Por ello las gramáticas de las lenguas naturales no son códigos simples, sino códigos complejos o sistemas combinatorios discretos, esto es, sistemas de correspondencias en el que un número finito de elementos discretos se eligen, ordenan, combinan y vuelven a combinar para producir secuencias más complejas. Como decía Wilhelm von Humboldt, el lenguaje humano hace un uso infinito de medios finitos. Así procedemos con un repertorio limitado de elementos como, en el caso del español, 24 fonemas (cinco vocálicos y diecinueve consonánticos) que no tienen correspondencia total con los grafemas, grafías o letras (que, en español, son 27, y de ahí que de ello se deriven algunas faltas ortográficas), y con las combinaciones que podemos desarrollar con ellos, es decir, a partir de esos elementos conformamos palabras que a su vez conforman grupos o sintagmas, incluido el verbal, o sea, la oración y, finalmente, constituyen los enunciados, unidades de comunicación.

Como decía el propio maestro Alarcos hablando de su claro compromiso con la lengua como gramático, o sea, como “escriba”, el que cultiva y maneja la letra, que en griego se dice “gramma”: “gramáticos y literatos todos somos unos: individuos raros y curiosos que entretenemos y llenamos nuestro efímero y asendereado paso por la tierra jugando con la lengua de hablar, que como se sabe, se representa con las letras, con sus conjuntos ordenados, las palabras y con las combinaciones adecuadas que hacemos con estas”[5]. Y es que la lengua es nuestro juego, ya sea destripándola como los gramáticos cuando la analizamos o construyéndola como hacen los (buenos) escritores.

Asimismo, hemos de hacer hincapié en las nítidas diferencias existentes entre formalismo y funcionalismo, en ciertos momentos tan intensas y con disensiones tan profundas que hubo recelos y una especie de competencia muy poco amistosa entre ambos paradigmas, algo que parece haberse atenuado con el tiempo, aunque no completamente ni mucho menos. Y es que la gramática estructural europea se suele incluir entre las gramáticas de orientación funcio­nal, aunque el funcionalismo se entienda de una manera diversa según los enfoques y escuelas y sus distintas ramificaciones, sin embargo, este humilde artículo no pretende tal afán de exhaustividad que excedería los límites que nos hemos propuesto y que intenta ser sencillo y, en la medida de lo posible, no excesivamente prolijo.

Precisamente hacia ese planteamiento funcional o funcionalista derivó el pensamiento alarquiano tras un primer rigor formalista que se veía en cierta forma abocado a la esterilidad, aunque ello no suponga rechazar el principio de inmanencia ni renunciar a la caracterización de funciones siguiendo lo que vienen llamándose criterios formales, pero que se alejan mucho de lo que se entiende por formalismo que es el practicado por enfoques totalmente diferentes como el que propugna el generativismo.

Es cierto, como han apuntado algunos, que “entre los objetivos de los estudios de Emilio Alarcos, autor que puso los cimientos de la gramática estructural en España, no está, en principio, la descripción de las funciones semánticas o comu­nicativas, aunque otros autores abogan por un desarrollo de la descripción funcionalista en todos los niveles: funciones sintácticas, semánticas e informativas (Rojo 1994; Gutiérrez 1995)[6]”, pero creemos que ese lógico desarrollo ya fue previsto, iniciado, apuntado o cuando menos intuido por el propio Alarcos, siempre agudo precursor y fascinante pionero, por lo que no extraña que “en los últimos años de desarrollo de la gramática funcional en España se ha[ya] procurado trascender el ámbito oracional e incorporar valores comunicativos y pragmáticos, ampliando el ámbito de análisis de la sintaxis a los enunciados y la sintaxis conversacional” (García, 2007)[7].

El propio Alarcos hacía equivaler lingüística estructural y lingüística funcional. La pregunta que surge naturalmente es en qué sentido es funcional la gramática estructu­ral española. La respuesta es triple, aunque intentaremos simplificar. En primer lugar, es funcional en el sentido de que se concibe la lengua básicamente como un instrumento de comunicación. Como señala Alarcos en 1977, toda lengua es una estructura porque, en su conjunto y en sus partes constitutivas, funciona adecuadamente; esto es, cumple el fin para el que ha sido instituida: permitir la comunicación entre los humanos de una misma comunidad. Tanto vale así hablar de ‘lin­güística estructural’ como de ‘lingüística funcional’”.

Si bien esta concepción no implica, en efecto, que se tenga que hacer referencia a la inten­ción comunicativa del hablante en cada enunciado que se analiza, y quizá se pueda reprochar, en este punto, la ausencia del componente pragmático en los análisis de la gramática estructural española (Rojo 1994), hay que reconocer que ya desde el prisma alarquiano se prestaba cuando menos bastante atención al valor semántico, aunque la incorporación del componente pragmático se haya desarrollado posteriormente, pero precisamente, en algunos casos, por alguno de sus más aventajados discípulos, caso de la escuela de León (surgida del tronco madre de Oviedo).

Asimismo y para corroborar la certera deriva funcionalista del maestro Alarcos atendiendo también a criterios semánticos (de ahí el recorrido que luego seguirían escuelas nacidas en su seno otorgando gran relevancia a los planos semántico y pragmático) sirvan sus palabras cuando dice que en ocasiones “la distinción se consigue solo mediante el contexto (y consecuentemente por la referencia al contenido y a su sustancia), bien porque se halla presente otra unidad que sin duda cumple una de las dos funciones posibles, bien porque en la elusión de tales segmentos aparecen o no referentes pronominales incrementando el verbo. Comparando Ha escrito esta carta y Ha escrito esta semana, aunque sea idéntica la estructura de los segmentos componentes, se observa que la función de /esta carta/ y /esta semana/ es distinta: la elusión de esos grupos solo afecta al núcleo en el primer caso (cuando /esta carta/ actúa como implemento [complemento directo]: La ha escrito), mientras en el segundo no (/esta semana/ es aditamento [complemento circunstancial], y si no se expresa, el núcleo queda intacto: Ha escrito). Por otro lado, ambos segmentos son compatibles en un mismo predicado: Ha escrito esta carta esta semana. En ejemplos como estos, es el valor semántico de los lexemas incursos el que permite decidir la función de unos y otros elementos: implemento [complemento directo] solo puede ser el lexema que tenga relación semántica con el lexema del núcleo; aditamento [complemento circunstancial][8], el lexema que se refiera al aspecto de situación, en este caso de tiempo. O sea, que es en definitiva la sustancia, la realidad expresada, lo que determina la función[9]”. Parece clara ya la importancia que daba entonces Alarcos al plano semántico, aunque eso no suponga en modo alguno invalidar los procedimientos, recursos o características formalesa la hora de analizar las funciones sintácticas, pero, en ocasiones y como queda de manifiesto, con el evidente apoyo del plano semántico-pragmático.

Además todo aquel que haya leído estudios gramaticales de Alarcos –en los que hay que rastrear, como aconseja el profesor Ángel López García, pues son el mejor ejemplo de una teoría articulada del funcionalismo español aunque debamos elaborarlos a partir de sus trabajos dispersos o de su Gramática por cuanto no dejó un cuerpo teórico fundamental, quizá por su escaso apego al dogmatismo doctrinario- habrá comprobado la importancia que da a los criterios posicionales y conmutacionales en el análisis sintáctico, además de la tendencia a asignar una categoría a una función pero considerando que la función precede a la categoría, a la forma, y que esta se adscribe a un determinado paradigma en virtud de la función que desempeña en la oración al mismo tiempo que se combina con los criterios formales para el reconocimiento de dichas funciones. De hecho, cabe recordar los criterios formales más importantes para la determinación de funciones según el pensamiento alarquiano dentro de la Sintaxis Funcional: concordancia (en diferentes modalidades); conmutación por átonos pronominales; conmutación por tónicos pronominales; conmutación por cero; coordinación; coexistencia o coaparición; permutación; orden, posición; distribución e índices funcionales. Fue además Alarcos quien desgajó del viejo tronco de los complementos circunstanciales una función preposicional que mostraba una intensa proximidad al núcleo verbal: el suplemento. Y es que suyas son nuevas denominaciones como: implemento, complemento, suplemento y aditamento, aunque en la Gramática del 94[10] vuelva a usar una terminología tradicional manteniéndose a su vez la de sujeto, todo ello a pesar de que el proceso de identificación que propuso se alejara, en principio, de criterios semánticos e informativos, algo que han recorrido con mayor intensidad sus discípulos. También le retiraría Alarcos la caracterización tradicional de predicado y núcleo al atributo y desgajaría y caracterizaría el atributo del implemento (del CD) en el que incluía, además, las antiguas oraciones de infinitivo del tipo: ‘Dejó morir al bandido’. Asimismo, Alarcos descubrió y delimitó una función periférica, más externa aún que la del aditamento (complemento circunstancial), que modificaba a toda la oración: los atributos oracionales, sentando así las bases de las investigaciones sobre las funciones periféricas de la oración (tópicos de perspectiva y referencia, circunstantes, elementos extraoracionales, partículas en función incidental, etc.). También se podría mencionar la diferencia que establece de las magnitudes ‘enunciado / oración’, la existencia de ‘enunciados sin verbo’ o el verbo como núcleo oracional incluso en la denominadas oraciones copulativas así como el fenómeno de la transposición(trascendental en el funcionalismo y que requiriría su propios apartado), sus minuciosos y pioneros análisis sobre partículas polifuncionales como /que/ y /se/, sus trabajos sobre las categorías (desde los verboides o formas no personales del verbo hasta el replanteamiento de las clases de artículos llegando a considerar el artículo determinado como un morfema o accidente gramatical más del sustantivo al mismo nivel que el género o el número) o sus estudios sobre pasividad y atribución en que consideraba las pasivas perifrásticas como meras estructuras atributivas.

Dicho esto, podemos definir la gramática estructural como el modelo gramatical que estudia la lengua en sincronía como un sistema cerrado de elementos entre los cuales se pueden establecer relaciones sistemáticas y que se enfoca también como un modelo cuyo objetivo se basa en las relaciones que se establecen entre todos los elementos de un sistema de estructuras (la lengua), o sea, su objetivo es el estudio de la lengua regido por el principio de que todos sus elementos mantienen entre sí relaciones sistemáticas. Por consiguiente, sus características son el análisis, mediante el método principalmente deductivo, independiente del objeto de que se ocupa (la lengua); y un elevado grado de formalismo, que irá derivando posteriormente hacia un funcionalismo realista, pues la lógica estructural conduce a una descripción rigurosa, pero contraintuitiva. Sin embargo, posee principios que seguirán manteniéndose inalterables en el funcionalismo, como el principio de empirismo y la descripción libre de contradicciones, esto es, una gramática ha de ser: coherente, exhaustiva y simple. Aunque el estructuralismo hunde sus raíces lingüísticas en Saussure (Curso de Lingüística General), es innegable la influencia ejercida por la glosemática de Hjelmslev, y de la Escuela de Praga (el príncipe Nikolái Trubetskói, Roman Jakobson…) en aquellas aproximaciones que se han hecho desde posiciones estructuralistas en cuestiones gramaticales referidas a la lengua española. Es un estudio inmanente, de la lengua en sí misma y por sí misma. La gramática estructural es un estudio de la lengua como sistema, como estructura, incluso en el sentido de que pecó en exceso de un planteamiento casi matemático de este término, es decir, un conjunto con al menos una operación, una serie de reglas que relacionan todos y cada uno de los elementos de ese conjunto. A pesar de ello, ha sido y es punto esencial en la medida en que cada uno de esos elementos adquiere, por su relación con los restantes, un valor dentro del sistema, algo que seguirá teniendo relevancia en los presupuestos del funcionalismo. La gramática de mayor relevancia referida a la lengua española es, sin duda, la Gramática estructural (según la Escuela de Copenhague y con especial atención a la lengua española) de Emilio Alarcos Llorach.

En cuanto a la gramática funcional, que creemos continuadora de la anterior, los objetivos fundamentales son el estudio de la lengua como instrumento de comunicación, estudio en sus características intrínsecas y no como mera transposición de categorías lógicas del pensamiento ni como mero reflejo de las actitudes psíquicas del hablante ni tampoco de carácter normativo o prescriptivo. Se estudia la lengua como una institución humana y social. Responde a la pregunta: ¿Cómo funciona la lengua? Para el funcionalismo, las lenguas son objetos funcionales de lo que se sigue, de acuerdo con Salvador Gutiérrez Ordóñez, que: “no existe mejor descripción de un objeto funcional que el que toma como dato primario sus funciones” y que “la función precede a la categoría”.

Las características de la gramática funcional, siguiendo a Ángel López García[11], serían:

Principio de inmanencia, según el cual se rehúyen las explicaciones lógicas o psicológicas.
La lengua como instrumento de comunicación, lo cual abre el camino a las consideraciones situacionales (carácter teleológico).
Funcionalismo realista: pasado el primer rigorismo formal, las formas se consideran en su imbricación con la realidad.
Doble articulación: el signo se descompone en dos niveles al menos, el fonológico y el gramatical.
Principio de economía, tanto en sincronía como en diacronía.
Cada lengua se considera como una red formal específica proyectada sobre el mundo sustancial.
Las funciones son los polos de una relación.
Criterios posicionales y conmutacionales en el análisis (criterios formales).
Tendencia a asignar una categoría a una función.
Principio de la transposición, por la que una secuencia desempeña funciones distintas de la que resulta característica de su categoría nuclear.

Somos conscientes de que la lingüística como disciplina científica es una ciencia moderna, cuyo nacimiento se asocia a la obra saussureana que sus discípulos sacaron a la luz en 1916 y, desde entonces, han emergido diferentes corrientes dentro del amplio abanico de los paradigmas metodológicos y, por consiguiente, resulta difícil juzgar una teoría lingüística sin la perspectiva que da el paso del tiempo. Pero como reconoce la propia Edita Gutiérrez, no hay duda de que la española, más aún la llamada “ortodoxa”, esto es, alarquiana, del conjunto de teorías que se engloban bajo la etiqueta de “gramática funcional”, ha tenido una importancia fundamental en la historia de la lingüística hispánica. Y que, humildemente, creemos –y queremos- que siga teniendo por sus múltiples y enriquecedoras virtudes. Y como continúa señalando: “En esta teoría lingüística, que se enseña en los departamentos de lengua española de numerosas universidades españolas y americanas, se han formado y se siguen formando generaciones de lingüistas. Tiene, por tanto, poder de captación de nuevos investigadores, aunque quizá no como antaño. La gramática estructural(funcional) española disfruta de un reconocimiento en el entorno científico y social que, como señala Gutiérrez Ordóñez, es una de las señales de que una orientación metodológica goza de buena salud. No es tanto, sin embargo, el reconocimiento internacional, que algunos gramáticos explican por la preponderancia de la lingüística anglosajona hoy en día, y que también se podría atribuir al hecho de que, en la teoría funcionalista española, frente a la mayoría de las teorías funcionalistas, las funciones sintácticas son pri­mitivos del análisis. La hegemonía de este enfoque en los departamentos de lengua española de la universidad española ha ido cediendo en los últimos años, al tiempo que la gramática generativa u otras teorías gramaticales como la gramática cognitiva iban ganando influencia. A la vez, la tradi­cional oposición en España entre los seguidores de la gramática estructural y de la gramática generativa se ha suavizado con el tiempo, y hoy existe una voluntad de cooperación entre ambas teorías que no existía hace unos años. Se trata quizá de un acercamiento paralelo al que se ha producido entre el modelo de análisis funcional y el formal en la lingüística”. Uno de los éxitos que hay que destacar y que, a nuestro juicio, debe seguir potenciándose e impulsándose es el hecho de que la gramática estructural/funcional haya sobrepasado el ámbito univer­sitario y que sus fundamentos básicos se hayan extendido a los demás niveles educativos, es una conquista a la que no se debe renunciar o que, en cualquier caso, nunca se debería abandonar. Como señala Gutiérrez Ordóñez, excelso, didáctico y sublime autor de manuales de enseñanza secundaria de gran influencia (igual que lo fuera Alarcos), a través de estas obras en apariencia menores se llega no solo a los alumnos sino también a un conjunto de profesores cuya fuente de renovación científica se reduce en ocasiones a los libros de texto. Ahí radica la gran importancia y por ello reiteramos la necesidad y el interés de seguir incidiendo en ese aspecto intentando que este paradigma o enfoque metodológico, nacido bajo el magisterio alarquiano, siga extendiéndose y gozando de buena salud y que los estudios por él iniciados sigan dando frutos y que, desde luego, se les otorgue la relevancia que merecen.

No vamos ahora a detenernos en una reivindicación –siempre necesaria y nunca lo suficientemente reiterada- de los estudios gramaticales, pero, obviamente, siempre mostraremos nuestro inalterable y total compromiso con la enseñanza de la gramática a pesar de que algunas actividades hayan sido tan injustamente denostadas, como el análisis sintáctico, pues, suscribiendo las palabras del gran sabio del idioma, Gutiérrez Ordóñez –discípulo de Alarcos-, nos parece una práctica muy saludable y un ejercicio intelectual increíblemente provechoso. De hecho, como bien dice Gómez Torrego, la conciencia lingüística adquirida mediante los análisis sintácticos continuados contribuye a evitar las discordancias, los anacolutos, los dequeísmos, etc. Claro está que no puede convertirse, como a veces se ha hecho, en un sinsentido mecánico, en algo que se haga sin reflexión, sin método adecuado y, a veces, hasta con contraproducentes dosis de pedantería –hay que huir de excesivos formalismos, de la “arboreomanía” o culto al diagrama arbóreo y, sobre todo, al dogmatismo-, pero, bien realizado, el análisis sintáctico –como tantos otros ejercicios vinculados al estudio de la lingüística- por supuesto que contribuye y ayuda al dominio –oral y escrito- de la lengua precisamente por esa conciencia lingüística que se tiene del sistema, de la herramienta, del instrumento, esto es, del idioma. Claro que lo primero es leer, leer, leer, leer, leer y seguir leyendo; y luego escribir, escribir, escribir, escribir y seguir escribiendo (comprendiendo lo que se lee y reflexionando sobre lo que se escribe para que todos acaben expresándose con la debida corrección idiomática, tanto oralmente como por escrito) sin olvidarnos de nuestra rica tradición literaria, pero eso no está en modo alguno reñido con prácticas tan positivas como los ejercicios sintácticos; contraponer lo uno a lo otro nos parece una trampa saducea de nefastas consecuencias. Esto echa por tierra la supuesta inutilidad del análisis sintáctico, pero es que, aun en el caso de que no fuera útil –que ya hemos dicho que sí lo es-, ello no legitimaría su supresión, pues de igual forma ocurre con tantas otras cosas. Pondré un ejemplo que me toca muy de cerca –y suelo citar a menudo-: mi abuelo materno Agustín del Corral Llamas, profesor mercantil –hijo del ilustre matemático José del Corral y Herrero, gran amigo de Julio Rey Pastor (y este, a su vez, vinculado a Santiago Ramón y Cajal)-, tras muchos años dando clases de matemáticas, acabó de jefe de Contabilidad del ayuntamiento de Palencia y él mismo reconocía con su entrañable humor –que también era la piedra angular de la filosofía de Alarcos– que trabajando toda la vida con números nunca hubo de realizar una raíz cuadrada a pesar de haberla enseñado constantemente durante años en sus tiempos de docente. Igual que muchos transitan su vida sin recurrir a fórmulas químicas o clasificaciones taxonómicas de animales que, sin embargo, estudiaron en sus tiempos escolares. Es inevitable volver de nuevo a Gutiérrez Ordóñez para suscribir sus palabras: “Si nadie pone en duda la necesidad de conocer la estructura de una catedral gótica, ¿no hemos de estudiar el entramado de la más hermosa catedral que haya construido jamás el hombre, el lenguaje?”.

Como se puede ver, son muchos y muy interesantes los temas que se han ido estudiando en el ámbito de la Lingüística y donde el no siempre justamente tratado funcionalismo lingüístico ha demostrado ser una corriente enriquecedora y potente, ecléctica y abierta, didáctica y sugerente, atractiva e interesante contribuyendo a esa “comprensión gramatical más panorámica, exhaustiva y profunda” que Gutiérrez Ordóñez siempre ha demandado, por la que tanto ha trabajado llegando a ser uno de los más eminentes miembros de la RAEy donde muchos que nos hemos empapado de su magisterio y del campo abierto por el maestro Alarcos hemos disfrutado navegando por esos intrincados pero a la vez apasionantes vericuetos del estudio de la lengua que, como dijimos al principio de este artículo, es el más bello puzle de la mente humana y el instrumento de comunicaciónesencial del ser humano, quizá el que más lo humaniza hasta el punto de que muchos afirman que el Homo sapiens no es sino en realidad un Homo loquens y que, por consiguiente, tenemos que intentar hacer atrayente a los jóvenes pues en el hecho lingüístico se fundamenta gran parte de nuestro inmensamente rico acervo cultural.// Las Nueve Musas

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Carrera de Lingüística e idiomas en la UPEA

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