Desde el acceso masivo a internet a mediados de los años 90, la llamada transformación digital ha modificado significativamente todos los ámbitos de actividad humana.
Es así como la compra del último CD de nuestra banda de rock favorita o la descarga de los Hits del 2020 de una tienda online han dado paso a Spotify, o la saga Star Trek habita en los catálogos de Netflix y Prime Video o cómo –en un futuro no muy lejano– veremos transformarse las grandes industrias automovilísticas europeas y asiáticas en operadoras digitales gestionando la movilidad de millones de personas a través de una app y una flota de automóviles eléctricos sin conductor.
Mientras el mundo gira a una velocidad que escapa a nuestra capacidad de predicción, la educación parece tomárselo con más tranquilidad –por lo menos hasta el momento–, resguardada de los vientos de la digitalización. De hecho, pese a las incontables experiencias de innovación pedagógica llevadas a cabo por docentes y expertos educativos, mayoritariamente seguimos formando a nuestro alumnado de la misma manera que décadas atrás.
La crisis desencadenada por la Covid-19 ha sumergido al ecosistema educativo –escuelas y universidades, centros de formación, profesorado, alumnado, familias, investigadores, administración pública, empleadores y demás agentes– en una situación de excepcionalidad e incertidumbre que parece no tener fin. Con la llegada de la primera ola de la pandemia (marzo de 2020), de la noche a la mañana la red se convirtió en un auténtico bazar de herramientas, recursos de aprendizaje, experiencias y consejos de cientos de opinadores sobre tecnología educativa y aprendizaje en línea.
La segunda ola (octubre de 2020) está siendo distinta. Ahora el nuevo foco es cómo adaptar las instituciones educativas a las normativas impuestas por la emergencia sanitaria y repensar los modelos formativos para que se adapten a un escenario social y tecnológico distinto del actual. Empezamos a preguntarnos sobre el mañana.
Prácticas obsoletas frente a nuevos modelos
La evolución del ecosistema educativo a partir de esta crisis es poco previsible. Nuevos factores y retos entran en juego alterando las condiciones del entorno, estresando a sus agentes y creando nuevos nichos para ser ocupados. Algunas de las tendencias del aprendizaje previstas para el siglo XXI van a quedar obsoletas. Otras, en cambio, se verán potenciadas y se convertirán en los cimientos y materiales de construcción de nuevos modelos y prácticas educativas.
Veamos una selección con siete tendencias representativas. Son la síntesis de un análisis de distintos informes y aportaciones de expertos educativos hecho antes de la pandemia. Ahora son una invitación para preguntarnos cuáles de ellas se verán potenciadas, cuáles perderán su relevancia y cuáles formarán parte del nuevo ecosistema educativo en la era poscovid-19:
Informalización del aprendizaje. Incremento del aprendizaje informal potenciado por la red y la tecnología digital. Tiene relación con el llamado aprendizaje a lo ancho de la vida referido a la interconexión de aprendizajes adquiridos en diferentes ámbitos (profesional, social, académico, lúdico, etc.). Con formas de crear y distribuir el conocimiento distintas de las del aprendizaje formal, penetra en la actividad formativa de los entornos académicos.
Educación permanente. Actividad formativa a lo largo de todo el ciclo de vida de una persona. Tiene lugar tanto en ámbitos formales como informales y en contextos diferentes (laboral, académico, doméstico, etc.). La capacidad de las personas para diseñar su trayectoria formativa a lo largo de la vida y disponer de habilidades superiores para aprender en contextos digitales se considera un aspecto fundamental.
Aprendizaje autodirigido. La personalización del aprendizaje es uno de los mantras más recitados por los responsables docentes y gestores formativos. Sin embargo, la verdadera personalización debe estar orientada a empoderar y capacitar a las personas para tomar sus propias decisiones con relación a su proceso formativo para aprovechar las incontables oportunidades de aprendizaje que ofrecen la red y el ecosistema educativo. En un contexto de formación a lo largo de la vida, con una tendencia creciente hacia la informalización, la capacidad de dirigir y gestionar el propio aprendizaje es crucial.
Aprendizaje social. El aprendizaje social está en la base de teorías y movimientos de renovación pedagógica anteriores a la red y en numerosos enfoques y pedagogías emergentes actuales como el Aula invertida, el movimiento maker o el Pensamiento de diseño. La proliferación en los ámbitos profesionales y domésticos de aplicaciones y herramientas de computación en la nube, de comunicación o de gestión de proyectos contribuyen a la realización de experiencias educativas de corte socioconstructivista basadas en la colaboración.
Deslocalización. Como ocurre con otras actividades, el aprendizaje ya no puede estar referenciado por coordenadas espacio-temporales. La conexión permanente y las aplicaciones de computación en la nube que ofrecen los dispositivos móviles permiten aprender en cualquier momento y lugar, disfrutando de las máximas prestaciones en cuanto a acceso a la información, a la comunicación y a la productividad.
Automatización. Los avances en inteligencia artificial (IA) empiezan a esbozar escenarios educativos con bots y asistentes virtuales desempeñando diferentes papeles en los procesos académicos y formativos. Asimismo, la confluencia de la Analítica del aprendizaje con los algoritmos de inteligencia artificial ponen al alcance de docentes e instituciones educativas la posibilidad de personalizar el aprendizaje, diseñando de forma dinámica contenidos y actividades a medida.
Liberalización de la acreditación. La irrupción de la tecnología de cadena de bloques en el ecosistema educativo abre la posibilidad de tener sistemas alternativos de reconocimiento y acreditación de competencias, habilidades y experiencias formativas sin necesidad de disponer de archivos centralizados en instituciones determinadas. Aprendizajes adquiridos en espacios informales o destrezas desarrolladas en entornos corporativos pueden ser acreditados de forma fiable, permanente y detallada.
Solo queda esperar y tratar de propiciar un cambio en la educación aprovechando el momento que estamos viviendo. Inclinarse más por una u otra tendencia no es lo importante. Lo realmente significativo es dejar atrás los planteamientos que hayan quedado obsoletos.// The Conversation
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