(La UPEA). El violín es un instrumento de cuerda frotada que se toca con un arco. Tiene cuatro cuerdas afinadas en intervalos de quintas: Sol, Re, La y Mi. Es uno de los instrumentos más populares y versátiles de la música clásica, pero también se utiliza en otros géneros musicales, como el jazz, el folk y la música popular.
El violín se originó en Europa en el siglo XVI y ha sido utilizado desde entonces en muchos géneros y estilos de música. Es conocido por su sonido cálido, rico y expresivo, y su capacidad para producir una amplia gama de matices y emociones.
Para tocar el violín, el músico coloca el instrumento debajo del mentón y lo sostiene con el hombro y la mano izquierda. Con la mano derecha, se sostiene el arco y se frota las cuerdas para producir sonido. El violín también puede ser tocado pizzicato, o sea, pellizcando las cuerdas con los dedos de la mano derecha.
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La historia del violín, de Italia al Mar Negro
La escritora Helena Attlee publica el libro ‘El violín de Lev’, en el que reconstruye las andanzas europeas del instrumento de cuerda a lo largo de varios siglos
Vivaldi, Paganini, Monteverdi, Stradivari, Menuhin… son los nombres que primero vienen a la mente en relación con el violín. Ya sean compositores, lutieres o violinistas, todos ellos han influido significativamente en el desarrollo del célebre instrumento. Tras sus cuatro libros sobre jardines italianos y el exitoso El país donde florece el limonero (Acantilado, 2017) Helena Attlee cambia de materia y vuelve con El violín de Lev. Una aventura italiana (Acantilado, 2023), un volumen que trata la historia del instrumento y refleja cuatro años de investigación y andaduras entre Italia y Rusia. Música y viajes, junto con la elegante y humilde prosa de Attlee, es sinónimo de una provechosa lectura.
El libro está dividido en cuatro movimientos, un preludio y una coda, como si se tratase de una gran partitura. Todo empieza –en el preludio– cuando la escritora escucha el violín de Lev –que da título al libro– y se queda anonadada. «Lo que importa es el momento en que el violinista dio dos pasos al frente y el resto de instrumentos […] enmudeció, porque fue entonces cuando escuché por primera vez hablar al violín, con una voz tan poderosa que nuestros sentidos se agudizaron, y caló tan profundamente en nuestro espíritu que quedamos embobados y ávidos de emociones más intensas, salvajes, tristes y alegres que las que jamás habíamos conocido», escribe.
En ese instante comienza la hazaña. Attlee pretende descubrir la historia de ese violín de Lev, sea como fuere. El músico –amigo de Lev– le cuenta que el violín fue fabricado en Italia, pero que le llegó de Rusia. ¿Realmente fue fabricado por un luthier italiano? ¿Qué hace en Rusia un violín procedente de Italia? Desgranar aquí las respuestas –podrán encontrarlas en la coda de la partitura– supondría un gran spoiler.
La cuna del violín
A partir de estas preguntas –que intrigan a la autora sumamente– ella decide embarcarse en un viaje por el norte de Italia para indagar en las raíces del violín de Lev. Comienza su larga búsqueda por la cuna del violín moderno: Cremona. Esa ciudad del norte de Italia ocupa una posición especial entre los primeros lugares de fabricación de violines clásicos italianos. Las normas de artesanía y arte formuladas por los maestros violinistas de las grandes dinastías de lutieres de violines de Cremona –Amati, Stradivari y Guarneri del Gesù– hacen que su trabajo permanezca intacto hoy en día. Escribe Attlee que «Cremona es una leyenda internacional que todavía tiene el poder de atraer a músicos y marchantes de todo el mundo».
Al principio de esta edad de oro para el instrumento de cuerda, se encontraba el gran Nicolò Amati (1596-1684) de Cremona. Con él, los violines Amati alcanzaron un gran sonido y por primera vez se consiguió distinguir a los violines de Cremona de las escuelas de Brescia. Su mejor alumno, Antonio Stradivari (1648/49-1737) siguió los pasos de su maestro durante la primera mitad de su vida profesional antes de desarrollar su violín con un sonido más potente. El violín Stradivari se convirtió en el modelo de innumerables réplicas a medida que aumentaban las exigencias de la interpretación solista en el transcurso de la historia de la música. Pero incluso teniendo en cuenta el dominio posterior del modelo Stradivari, el violín Amati no es en absoluto un mero precursor anticuado; siguió siendo un diseño válido y a menudo imitado a lo largo de los siglos y amplió el campo de acción artística de todas las generaciones posteriores de fabricantes de violines. «La muerte de Stradivari en 1737 marcó el final de la edad de oro de la fabricación de violines en Cremona, pero para entonces los lutieres estaban construyendo violines en ciudades y pueblos de toda Italia», escribe la autora.
Sin embargo, la figura más interesante entre los grandes maestros lutieres de Cremona es probablemente la del lutier Guarneri del Gesù (1698-1744), de cuya corta vida, rodeada de leyendas, sólo ha sobrevivido una reducida obra de menos de 200 violines. Comparados con la perfección constante del taller de Stradivari, los violines de Guarneri perseguían radicalmente y sin concesiones el ideal de un gran sonido, para lo cual descuidaba gustosamente las «trivialidades» estéticas. Sus violines no fueron especialmente cotizados en vida, pero a principios del siglo XIX un Guarneri del Gesù llegó a las manos del gran compositor y virtuoso Paganini, al que el legendario solista llamaba respetuosamente «Il Cannone».
El violín en la sociedad
El libro no sólo traza un mero camino por la historia de la fabricación del instrumento, sino también explica cuáles fueron sus funciones dependiendo del siglo y de los acontecimientos históricos. A mediados del siglo XVII era muy popular que los violines se usarán en las orquestas eclesiásticas, como un «instrumento litúrgico». Casi todas las iglesias contaban con su propia orquesta y en los oficios religiosos se habían introducido conciertos para violín.
Al mismo tiempo, hasta finales del siglo XVIII hubo disputas en torno a la música sacra y secular porque a partir del Concilio de Trento se definió el carácter de esa música religiosa y muchos de los papas posteriores intentaron controlar la música a través de diversas encíclicas.
Asimismo, los violines han servido de instrumento político a lo largo de su historia, más concretamente en la corte de los Médici. O más adelante cuando Hitler prohibió a los judíos ejercer empleos en el sector público y los músicos judíos fueron despedidos. «Esto resultó ser otra forma de acallar las voces de los violines porque las orquestas tenían prohibido interpretar los conciertos para violín de Mendelssohn o Schönberg», escribe Attlee.
Al igual que el contrabando que hubo en la Unión Soviética debido a que no se permitía llevar antigüedades si uno quería emigrar. «Aunque las reformas de Gorbachov facilitaron un poco la emigración […] el Estado calificaba de antiguo cualquier violín hecho antes de 1870 y las familias de emigrantes no tenían derecho a llevarse antigüedades.
En este caso el Estado negaba a músicos emigrantes la posibilidad de encontrar trabajo cuando llegaran a su nuevo hogar, lo que Lev describía como una manera de mantener el control sobre ellos después de que abandonaran el país». Claramente el violín ha sido un instrumento con diversas funciones sociales durante los siglos y dependiendo del régimen podrían alzar más o menos la voz.
El violín de Lev se podría etiquetar como una novela, un ensayo, un libro de viajes, un volumen que cuenta implícitamente la vida de músicos como Corelli, Monteverdi, Maddalena Lombardini (una de las más brillantes compositoras del siglo XVIII), pero sobre todo es una gran demostración del asombro hacia la vida y de la curiosidad que surge de esta contemplación. Y de cómo la música puede desadormecer los sentidos.// TheObjective
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