Rolex (1905): Fabricante suizo de relojes

(La UPEA). Rolex es una empresa suiza, dedicada a la fabricación de relojes de pulsera y accesorios. Es propiedad de Foundation Hans Wilsdorf.

Fue fundad en 1905 por Hans Wilsdorf. Tiene su sede en Ginebra, Suiza.Empresas suizas

Cuenta con unos 2800 empleados.

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Los hitos que forjaron la historia de Rolex, la marca de relojes más famosa del mundo

La historia de Rolex, la marca de relojes de lujo por antonomasia, está cuajada de momentos que no sólo cambiaron el devenir de la empresa, sino de todo el mundo.

Si hubiese que reducir la historia de Rolex y de su éxito a una sola palabra, sin duda sería un verbo: observar. Fue su capacidad de mirar detenidamente lo que ocurría a su alrededor y, por ende, tomar el pulso a las necesidades comerciales de su época lo que llevó a Hans Wilsdorf a poner en marcha en 1905 un proyecto que cambiaría para siempre el mundo de la relojería.Empresas suizas

Por entonces, la sociedad eduardiana estaba acostumbrada mirar la hora en los edificios oficiales, en relojes de pared o, en su defecto, en relojes de bolsillo o de faltriquera atados a lujosas leontinas (a menudo, una cadena Albert con barra en T), que en el caso de los chalecos masculinos colgaban entre el bolsillo y el ojal inmediatamente superior a él. Así llevaba haciéndose desde el siglo XVI. Pero el siglo XX acaba de comenzar y se vislumbraban cambios en el horizonte.

Como el creador oficial del reloj de bolsillo (Peter Henlein, quien impulsó el sistema de resorte motor en torno a 1505), Hans Wilsdorf había nacido en Alemania. En concreto, en la región de Baviera, pero sus primeros pasos en el mundo de la relojería los dio en La Chaux-de-Fonds, en Suiza. En aquella época, las mujeres europeas comenzaron a lucir una peculiar versión del reloj de bolsillo, con la cadena atada a la muñeca. Había nacido el reloj de pulsera. No era la primera vez que se veía, y de hecho su origen se sitúa en torno a 1812, pero desde luego no eran algo popular. Los primeros relojes de pulsera eran en realidad ornamentos femeninos, ya que no contaban con la precisión de los relojes de faltriquera. Incluso se profesaba un cierto desdén hacia ellos. Los pilotos pensaron que podría funcionar con ellos y, en efecto, empezaron a colocárselos encima del uniforme, debido a la obvia complicación de mirar la otra a través de un reloj de bolsillo en pleno vuelo.

1905: una sociedad en pleno cambio

Atraído por la efervescencia de Londres (a la postre, capital de la primera potencia mundial del momento) como el núcleo económico y financiero más relevante de Occidente, Hans Wilsdorf se instaló allí. En 1905 se asoció con su cuñado, Alfred Davis, para crear la compañía Wilsdorf & Davis. Vendían a joyeros relojes de pulsera fabricados con componentes suizos, ensamblados en cajas británicas. Entre esos proveedores destacaba la Maison Aegler, en Biel, a juicio de Wilsdorf la única realmente capaz de satisfacer las necesidades fundamentales de sus productos: de un tamaño reducido y con una maquinaria muy precisa. Luego, cada joyero se ocupaba de decorar las piezas con su nombre. Wilsdorf & Davis se habían propuesto demostrarle al mundo que, en efecto, era posible crear un reloj de pulsera que fuese preciso.

Los primeros Juegos Olímpicos de la Era Moderna, celebrados en Atenas en 1896, dieron a la práctica deportiva un nuevo impulso. A ello se unió más adelante el desarrollo de las ciudades (en las que empezaron a aparecer gimnasios, velódromos o piscinas) y el nacimiento del estilo de vida netamente metropolitano, dentro del cual encajaba el deporte a la perfección. Junto al deporte comenzó a perfilarse el ocio como un elemento cada vez más importante en la vida de la población, relacionado incluso con una mejora de la salud. Un contexto que Hans Wilsdorf percibió como la oportunidad que en realidad era.

1908: un nombre inolvidable

El 2 de julio de 1908, el empresario registró oficialmente la marca Rolex en Suiza. En realidad, el nombre es una de las primeras piedras sobre las que se erigió el éxito de la empresa. Y, por supuesto, no fue fruto de la casualidad; o, al menos, no totalmente. Wilsdorf tenía las ideas muy claras y buscaba una palabra breve, sonora, fácil de pronunciar en cualquier idioma (lo que revelaba tanto su vocación internacional como su pasado en Suiza, un país con cuatro lenguas oficiales) y que quedase bien en la esfera de los relojes. Eso significaba que debía contar con consonante separadas por vocales. Se trataba de un hombre muy racional, y por ello había probado numerosas combinaciones de letras. Pero la inspiración le llegó como una musa. “Una mañana, sentado en la imperial del ómnibus, tirado en aquel entonces por caballos, que me conducía a lo largo de Cheapside, en la ciudad de Londres, un genio bueno me inspiró: ‘Rolex’”, explicó una vez en un discurso pronunciado con motivo de la celebración de los 50 años de la marca Rolex, en 1958.

Aunque registró el nombre en Suiza en 1908, no lo hizo en el ámbito internacional hasta 1913. Uno de los motivos, claro, fue poder estampar el nombre en sus relojes. Los joyeros ya no podían poner el suyo propio en las esferas de los relojes de pulsera, lo cual al principio causó recelo. ¿Por qué querrían los joyeros vender relojes con el nombre del fabricante de manera tan visible?

Wilsdorf se enfrentó a ese nuevo reto como se enfrentó a tantos otros: con ingenio. "Para empezar, hice incluir el nombre ‘Rolex’ en un reloj de cada caja de seis, esperando que ese único reloj pasase desapercibido y se vendiese igualmente a pesar de llevar el nombre. Poco a poco, me fui atreviendo a incluir el nombre en dos piezas y, después de varios años, en tres piezas”, decía en sus escritos. Y de ahí, a la eternidad.

1910: el reconocimiento al reloj de pulsera

El cronometraje de precisión era uno de los mayores atractivos de los relojes de pulsera, y Wilsdorf no sólo sabía esto, sino que era una de las características que protegía con más celo. Fue así como en 1910 un Rolex se convirtió en el primer reloj de pulsera en obtener el certificado Suizo de Precisión Cronométrica, otorgado por el Centro Oficial de Calificación de Relojes en Biel, Suiza. Quedaba así demostrado de manera objetiva que los relojes de pulsera no eran un simple adorno, sino piezas de alta tecnología en pleno desarrollo. Y ahí estaba Rolex para dar cuenta de ello.

En 1914, otro reloj de la firma recibió un reconocimiento por parte del observatorio de Kew, en Gran Bretaña: el primer certificado del mundo de clase A. Nunca antes ese certificado había sido atribuido a un reloj de pulsera, ya que se trataba de una distinción reservada a los cronómetros de marina.

Pese a estos logros, todavía quedaba otro gran desafío por delante: conseguir la hermeticidad, para aislar la caja del reloj tanto del agua como del polvo. Wilsdorf no cejaba en su empeño de conseguir siempre un reloj de pulsera mejor.

1919: traslado a Ginebra

Después de 14 años establecido en Londres, en 1919 Hans Wilsdorf se mudó a Ginebra (Suiza), llevándose la compañía consigo. Tomó esta decisión, principalmente, por dos motivos: el país alpino era indudablemente la primera potencia mundial en relojería, y Gran Bretaña no dejaba de aumentar los impuestos a los movimientos que él importaba desde Suiza para fabricar los relojes, cuya demanda no dejaba de aumentar. Wilsdorf estaba entonces centrado en desarrollar un modelo con hermeticidad, por lo que no podía perder tiempo ni dinero en otros asuntos. Volvió a Suiza y sólo un año después, en 1920, creó la sociedad anónima, llamada Montres Rolex S.A.

1926: Oyster, el primer reloj de pulsera hermético del mundo

El Rolex Oyster marcó una fecha muy importante para la compañía. Después de varios años de trabajo, Wilsdorf al fin había dado con un mecanismo que aseguraba la hermeticidad. La clave estaba en el bisel estriado y el fondo acanalado de la caja del reloj. Ambos elementos permitían el enroscado de los elementos sobre la carrura gracias a una herramienta específica inventada por Rolex.

Hoy en día, el bisel de los relojes de la colección Oyster Perpetual ya no va enroscado a la caja, pero sigue siendo uno de los rasgos más característicos de Rolex; de hecho, su única función en la actualidad es estética.

1926 también fue el año en que Wilsdorf decidió no volver a producir ningún reloj que no llevase el nombre Rolex, tanto en la esfera como en el movimiento y la caja.

1927: la nadadora que abrió paso

El fundador de Rolex era, además de alguien que obviamente sabía mucho de relojes, un auténtico experto en publicidad, aunque el concepto imperante en aquella época diste mucho del actual. Sabía que no sólo tenía que conseguir creaciones innovadoras, sino que también debía saber comunicarlas a todo el público… o, como mínimo, a sus potenciales clientes. Era consciente de que el Oyster todavía generaba escepticismo. No terminaban de creerse que un reloj de pulsera fuese de verdad hermético, que en él no pudiesen entrar partículas tan diminutas como las que componen el polvo o gotas de agua.

Los Juegos Olímpicos de Estocolmo en 1912, en los que hubo grandes avances a la hora de cronometrar, habían introducido por primera vez la natación femenina en la competición, además de disciplinas como el pentatlón o el decatlón. El deporte ganaba cada vez más popularidad. Salvo el periodo de la Primera Guerra Mundial (en que fueron cancelados los Juegos Olímpicos de Berlín de 1916), vivía un momento dulce. Los de Amberes en 1920 introdujeron el filtro de los comités olímpicos nacionales, los de París 1924 inauguraron el lema olímpico Citius, Altius, Fortius (Más rápido, más alto, más fuerte), en los de Ámsterdam en 1928 se vio por primera vez a un miembro de la realeza encima de un podio olímpico…

En este contexto, Mercedes Gleitze, también conocida como Mercedes Carey (1900-1981) era una joven secretaria británica que ya había despuntado en natación. Nacida en una familia humilde de Brighton, hija de un panadero inmigrante alemán y una profesora de idiomas, no contaba con un aval financiero ni con un apellido de alcurnia… pero estaba a punto de hacer historia. En 1923 se convirtió en la mujer que pasó más tiempo nadando en el río Támesis: 10 horas y 45 minutos.

Cuando Wilsdorf creó el Oyster en 1926 supo que Mercedes Gleitze era la llave hacia la confianza del gran público. En octubre de 1927, y después de siete intentos, la nadadora se convirtió en la primera mujer en cruzar a nado el Canal de la Mancha. Lo hizo luciendo un Rolex Oyster, que al acabar la hazaña seguía intacto y probaba así que, en efecto, la hermeticidad era un hecho. Al año siguiente, Gleitze logró ser la primera persona en hacer lo mismo en el Estrecho de Gibraltar.

Por supuesto, Hans Wilsdorf se encargó de anunciarlo a bombo y platillo. Publicó en la portada del diario británico Daily Mail un anuncio en el que se proclamaba el éxito del reloj hermético y se predecía “la marcha triunfal del Rolex Oyster por todo el mundo”. Fue el comienzo de la alianza de Rolex con grandes personalidades y, por tanto, de su concepto de Testimonial, todavía hoy vigente.

1931: el logo y el rotor Perpetual

El reloj de pulsera ya había conseguido demostrar primero su precisión y segundo su hermeticidad. Pero seguía siendo necesario darle cuerda a mano. En 1931, Rolex consiguió desarrollar y después patentar el rotor Perpetual, un mecanismo de cuerda automática con rotor libre para reloj de pulsera. Constituye el precedente de los sistemas de cuerda automática contemporáneos. Bastaba un ligero movimiento de muñeca para que la media luna en su interior armase el muelle de barrilete. Con ello se avanzaba en dos sentidos: por una parte, era más cómodo para el portador del reloj y, por otro, no era necesario desenroscarlo, por lo que la hermeticidad estaba siempre asegurada.

El mismo año se registra la corona de Rolex, que hoy sigue siendo el logotipo de la marca. El refuerzo de imagen de marca continuó en los años siguientes, ya que en 1933 registra el nombre Rolesor para designar la unión del oro y el acero en un mismo reloj, algo que también pasó a formar parte de los códigos estéticos de Rolex para la posteridad.

En esa misma década, y en paralelo al auge del alpinismo (Heckmair, Vorg, Kasperek y Hames consiguieron escalar la cara norte del Eiger en 1938), los relojes Oyster Perpetual forman parte de la equipación de numerosas expediciones al Himalaya. La cumbre, literal y figurada, se tocó en 1953, cuando sir Edmund Hillary y Tenzing Norgay, miembros de una expedición británica dirigida por sir John Hunt, fueron los primeros en coronar el Everest. De ahí nació el el Oyster Perpetual Explorer, diseñado para los desafíos en las alturas, y el Oyster Perpetual Submariner, con una hermeticidad garantizada hasta 100 metros de profundidad (ampliada a 200 metros a partir de 1954) y equipado con un bisel giratorio graduado que permite a los buceadores leer el tiempo de inmersión.

De los 60 hasta hoy: una larga relación con el mar

Durante la década de los 60, la línea Oyster Perpetual siguió creciendo y adentrándose en lo más profundo de los océanos gracias a expediciones cada vez más heroicas. Fue el comienzo de la larga tradición de alianza de Rolex con las expediciones submarinas. Van desde el batiscafo Trieste en 1960, capitaneado por el oceanógrafo suizo Jacques Piccard y el teniente de la marina estadounidense Don Walsh, quienes descendieron hasta los 10.916 metros en la fosa de las Marianas con un Rolex experimental (el Deep Sea Special), hasta la expedición realizada por el director de cine James Cameron (Titanic, Avatar) en 2012 en solitario hasta los 10.908 de la misma fosa, el punto más profundo de los océanos.

Actualidad: un verdadero compromiso con el planeta

En 1954, un año después de haberse coronado por primera vez el Everest, Rolex se asoció con la National Geographic Society. Desde entonces ha creado alianzas con diferentes sociedades geográficas, marinas, exploradores, conservacionistas, geólogos y otros profesionales dedicados a la labor de conocer y proteger el planeta, así como fuertes lazos con el deporte, las artes y el cine, unos sectores con los que continúa teniendo un próspero idilio. En 2019 creó su programa Perpetual Planet, que contribuye a buscar soluciones a los desafíos medioambientales actuales. Junto a National Geographic, la campaña incluye la iniciativa Mission Blue de la oceanógrafa Sylvia Earle y los Premios Rolex a la Iniciativa.

Desde las profundidades abisales hasta el punto más alto de la Tierra, pasando por terrenos nunca antes explorados por el humano, como las cuevas subterráneas en los tepuyes de Sudamérica, Rolex se propuso desde el principio no sólo conquistar el mundo, sino arrojar luz sobre él en forma de conocimiento. Y lo ha conseguido.// Harper’s Bazaar

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