Estas semanas han sido intensas por el calor (y aún queda verano por delante) y por las numerosas noticias de tormentas solares. Pero con el verano también llega el bronceado y muy relacionado a éste un fenómeno curioso que afecta a un pequeño porcentaje de la población: las pecas. Un rasgo facial muy conocido pero cuya ciencia pasa a menudo desapercibida.
Manchas veraniegas. Las pecas, que también reciben el nombre técnico de efélides, son pigmentaciones de melanina. Ésta, como es habitual aparece cuando la piel es expuesta al sol, solo que en el caso de las pecas, en lugar de repartirse a lo largo y ancho de la pial, el pigmento se queda concentrado en zonas delimitadas, formando pequeñas manchas.
Las pecas aparecen por ello en las partes más expuestas al sol, especialmente en la cara. También están por el mismo motivo asociadas a los meses de verano. Aparecen en los meses cuando la radiación solar es más intensa y desaparecen cuando ésta se relaja.
Los bebés no tienen pecas. Las pecas, eso sí, no se manifiestan hasta pasados varios años de nuestra vida. La principal razón es que los más pequeños no han recibido aún dosis suficientes de radiación solar como para que la melanina vaya acumulándose en su piel. Al igual que aparecen, las pecas se van desvaneciendo con la edad, aunque hay quienes optan por eliminarlas médicamente.
Pero la aparición de las pecas tiene mucho que ver con la genética, por lo que podría decirse que lo bebés sí cuentan con las instrucciones para crearlas. Existe un factor hereditario y tiene que ver principalmente con variantes del gen MC1R, el gen receptor de melanotropina. Este gen también está vinculado con la pigmentación de la piel y el color del pelo, aunque no solo las personas pelirrojas pueden tener pecas. Ni siquiera es una característica exclusiva de las personas blancas.
MC1R no es el único gen vinculado a la aparición de las efélides. Un estudio realizado en España identificó más variantes genéticas, como por ejemplo una vinculada al gen IRF4, el factor 4 regulador del interferón, otro gen muy vinculado a la pigmentación de nuestra piel, pelo y ojos. También se le ha vinculado con la aparición de las canas, es decir, con la decoloración del pelo.
Distintos tipos de pecas. Pese a que sea difícil distinguirlas para quien no está familiarizado, existen dos tipos de pecas. Por un lado las simples, de forma redonda y pequeñas; y las pecas por quemadura solar, las cuales son más oscuras y más grandes, con bordes irregulares.
Cómo afectan a nuestra salud. Según explican en la Academia Española de Dermatología y Venereología “Las pecas son lesiones benignas: no comportan un trastorno ni una enfermedad de la piel. En general deben considerarse inofensivas y solo en casos muy raros evolucionan a un cáncer de piel”.
El hecho de que estas lesiones no suelan derivar en problemas más graves no quiere decir que se deba relajar la protección y vigilancia contra lesiones graves y cánceres de piel. En España el melanoma afecta a casi una de cada 10.000 personas, y los cánceres de piel causan alrededor de mil muertes anuales, con una tendencia levemente ascendente en los últimos años.
Lentigos. Las efélides no son las únicas manchas benignas que pueden aparecer en nuestra piel como consecuencia del sol. Los lentigos son, eso sí, diferentes en muchos aspectos a las pecas. Tampoco nacemos con estas manchas, pero van apareciendo en la edad adulta y tienen carácter permanente.
Los lentigos suelen ser de mayor tamaño que las pecas y aparecen en lugares más variados (aunque también expuestos al sol) como las piernas. Su aparición está menos vinculada a la genética y más a la exposición al sol.
Cuestión superficial. A diferencia de otras lesiones cutáneas, las pecas son una cuestión principalmente estética. Hoy en día podemos alterar nuestra imagen digital con facilidad y sin Photoshop recurriendo a filtros disponibles en multitud de apps. Pero la ciencia detrás de estos algoritmos no es más interesante que la que hay detrás de este fenómeno tan curioso del cuerpo humano.// Xataka
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