Le DOMAINE des Etangs, un hotel consagrado al arte (Gestión turística y hotelera)

Todo lo que rodea (literal y figuradamente hablando) a este magnífico castillo del siglo XI que ocupa Le Domain des Etangs en el sureste de Francia tiene un halo de misterio... Como la neblina que emerge, al amanecer, de los lagos que lo flanquean y lo envuelve todo dándole al lugar un aire mágico y etéreo. Situado en una finca privada de más de mil hectáreas, en el corazón rural de la desconocida Charente, es una caja de sorpresas.

Las apariencias engañan

La llegada a Le Domaine des Etangs produce un curioso efecto. Aparece inesperadamente en mitad de la campiña francesa, sin ostentación ni boato. Sin embargo, al contemplarlo con detenimiento te das cuenta de que tiene algo especial. Sorprende la meticulosa restauración de la fachada que, poco a poco, revela una construcción armónica y mágicamente simétrica. Todo parece estar en su sitio desde hace muchos siglos y esa calma, ese orden se respira nada más llegar. Si bien desde fuera cumple todos los requisitos y cánones del cliché de castillo romántico, al entrar te percatas rápidamente de que las apariencias engañan. No menos sutil pero, sí claramente más transgresora, es la restauración interior donde los elementos clásicos como la gran escalera principal, los salones y hasta los techos se han convertido en auténticos lienzos.

El interiorismo, a cargo de la célebre arquitecta de interiores Isabelle Stanislas , aúna la pasión por el arte de la propietaria con interesantes piezas de mobiliario. Stanislas, muy conocida tras su aplaudida intervención en el Palacio del Elíseo, ha conseguido aquí un curioso equilibrio escénico en el que las sorpresas juegan un papel importante. Es fácil encontrar, entre los Picasso y Matisse que cuelgan de los muros centenarios, sutiles guiños que hablan de un ingenioso sentido del humor.Gestión turística en la UPEA

Las habitaciones, tu reino

En el edificio del castillo tan solo hay siete habitaciones. Todas reciben nombres de planetas y su interiorismo es un guiño a la inspiración astrológica que tan presente está en toda la propiedad. Este inesperado giro temático tiene mucho que ver con la teoría de que, hace miles de años, a pocos kilómetros del hotel cayó un meterito de grandes dimensiones. De ahí que los cuadros, los libros, las lámparas y hasta las piezas que decoran cada estancia hagan referencia a estrellas y constelaciones.

Diferentes entre sí, las más espectaculares son las situadas en los torreones laterales. Sus formas redondeadas y su doble altura les aportan un toque muy especial. Los colores tranquilos invitan a la relajación y a contemplar, por sus amplias ventanas, el entorno que rodea la propiedad. Piedra, madera y suntuosos textiles conviven en armonía. Las camas, inmensas y mullidas, atrapan nada más tumbarte y son una invitación a no salir de ellas. Y, si eso es lo que deseas, no tienes más que decirlo. Para que no tengas que salir ni a comer, te preparan una fabulosa cesta de picnic que te llevarán a la hora que indiques.

Una galería al aire libre

Tan amplia y extensa es la colección que atesoran los propietarios que los muros del castillo se quedan pequeños. De ahí que las piezas de gran tamaño acaben conquistando los hermosos jardines que lo rodean, obra del poco convencional Camille Muller. En la zona de recreo posterior un grupo de cinco figuras doradas, obra de Irina Rasquinet, contempla en calma total la superficie del lago que, como si de otra pieza de arte se tratara, refleja con hiperrealista precisión las orillas y el cielo. Unos metros más atrás, un círculo de piedras blancas firmado por Richard Long, aporta un toque místico a la zona y establece un curioso diálogo con la capilla que se encuentra al otro lado del jardín. Recorrer la propiedad es ir encontrándose, como por arte de magia, con creaciones de autores contemporáneos que tras enamorarse de lugar han querido exponer su obra aquí.

Pero, por si fuera poco, en el château cuentan con un pabellón destinado al arte del mecenazgo. Llamado La Laiterie está pensado como un punto de unión entre pasado y futuro. Cuenta con dos bibliotecas dedicadas a todas las disciplinas artísticas y en su pabellón central se realizan exposiciones de relevantes artistas contemporáneos. Aquí han expuesto de manera temporal Herman de Vries, Sheila Hicks Michael, Giuseppe Penone o Hiroshi Sugimot. En el castillo ofrecen, también, a artistas internacionales estancias a modo de residencias creativas. El último en pasar por allí y dejar su impronta ha sido el americano Sam Falls.Gestión turística y hotelera en la UPEA

Extramuros, un universo por descubrir

La tierra sobre la que se levanta esta peculiar propiedad parece inabarcable. Miles de caminos la surcan, llevándote entre bosques milenarios, huertos ecológicos y una granja como las de antes en la que las vacas pastan libremente. El mantenimiento y la preservación del entorno es un punto clave en su filosofía. Los animales parecen saberlo pues cuentan con decenas de especies que han hecho de Le Domaine su hogar fijo. Entre ellas destacan los veinticuatro tipos de libélulas que revolotean a sus anchas sobre los lagos. Tan fuerte es aquí su mágica presencia que se han convertido en el nuevo emblema del castillo.

Desperdigadas y alajadas entre sí para potenciar la sensación de intimidad hay seis casas rurales en las que se pueden alojar los huéspedes que quieran una estancia más rural. De estilo más sobrio y volcadas al exterior por medio de grandes ventanales, sus muros de piedra procuran el refugio perfecto.

El spa es otro de los lugares más sorprendentes del castillo. Situado en el antiguo molino cuenta con diferentes salas (individuales y para parejas) donde se realizan una amplia selección de tratamientos, siempre con productos naturales. La ambientación enfatiza la arquitectura del molino y su estructura sirve de singular fondo a un interiorismo donde los colores claros y las obras de arte, inspiradas en los cuatro elementos, son los protagonistas.

Los amantes del deporte aquí no se aburrirán: salidas en barca, senderismo, running, ciclismo o sesiones de entrenamiento personal son solo algunas de las actividades que podrán realizar. Pero quizá, lo más sorprendente sea poder jugar al tenis sobre el agua. Sí, sobre el agua... Una cancha de tenis flotante situada al borde del lago espera ingrávida algún que otro match point.

Y para quienes disfrutan de la comida, en el Domaine encontrarán un fabuloso restaurante. Entre fogones podemos encontrar a Loïc Lecoin, un reoconocido chef que ya ha ganado aquí una estrella Michelin con su propuesta de cocina local revisitada.Gestión turística y hotelera en la UPEAº

Limoges, una visita indispensable

Le Domaine se encuentra en una región rica en historia y lugares para descubrir. A unos cuarenta y cinco minutos de la capital mundial de la porcelana, Limoges bien se merece una escapada. La ciudad en sí guarda algunos tesoros arquitectónicos como la catedral, sus iglesias góticas y varios castillos muy bien conservados. Pero lo que nos trae hasta aquí es poder ver de primera mano cómo se realizan las piezas de porcelana más deseadas del mundo. Una visita a la antigua fábrica (hoy museo/showroom) de la célebre firma Bernardaud nos da una idea clara de porqué desde su fundación fueron los predilectos de reyes y nobles. Hoy, en pleno siglo XXI, siguen apostando por la innovación y sus colaboraciones con los artistas más reputados les han posicionado a la vanguardia. Desde Miró a Chagall o Jeff Koons, pasando por Julio Le Parc, JR o los hermanos Campana, sus ediciones limitadas son auténticas piezas de museo. El próximo 21 de junio inauguran una nueva exposición colectiva que dará mucho que hablar: Céramiques Gourmandes. Inspirada en el mundo de la gastronomía, catorce artistas llevan trabajando dos años en las que serán las obras de porcelana más apetecibles de la historia. Habrá que ir a comérselas con los ojos. ¡Bon appetit!// AD

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